LAS cifras, incluso con el maquillaje que trata de excluir de las mismas a uno de cada diez desempleados -aquellos que acuden a cursos de formación o cuya demanda de empleo es específica- han vuelto a dejar en evidencia las previsiones del Gobierno que preside Patxi López. Hace sólo un mes, el pasado 8 de septiembre, el consejero de Economía y Hacienda, Carlos Aguirre, daba públicamente por cerrado el ciclo económico más negativo al considerar que "por datos intertrimestrales e interanuales" Euskadi estaba "en la salida de la crisis" y restaba implícitamente importancia a que apenas unos días antes la tasa de paro hubiese roto una tendencia descendente de tres meses con cerca de cuatro mil desempleados más en la CAV que, en aquel momento, se atribuyeron a circunstancias coyunturales a ser superadas en septiembre. Sin embargo, ayer mismo el Ejecutivo vasco tuvo que admitir mediante un comunicado que el nuevo repunte del paro durante el recién terminado mes -1.256 desempleados más para un total de 130.549- "revela la continuidad de la crisis" con el agravante de que hay 1.849 personas menos cobrando la prestación por desempleo, la mayor parte porque han agotado la misma, y que los parados de larga duración han experimentado un crecimiento notable (8%) respecto al pasado año. No se trata, sin embargo -o no únicamente-, de que el Gobierno haya tenido que corregir su error y justificarlo con el dudoso argumento de que "hasta 2007 lo habitual era que el paro disminuyese en septiembre respecto a agosto" por cuanto esa disminución no era previsible tras no haberse producido ya ni el pasado año ni en 2008, sino de que aquel anuncio respondía, una vez más, a una política de imagen pública en lugar de a un sereno y ponderado análisis que ofreciera a la sociedad la realidad de la situación y mecanismos para paliarla. Porque, a pesar de que el aumento del número de desempleados es inferior al de hace un año, éste vuelve a producirse y tanto sindicatos como patronal prevén nuevos incrementos en el último trimestre, con lo que se cerraría 2010 sin apenas mejora en la cifra de desempleados no ya respecto al inicio de la crisis sino a doce meses antes. Y porque las medidas aprobadas, marcadas por las urgencias de los gobiernos socialistas, no han tenido reflejo alguno. Baste un ejemplo: pese a que la reforma laboral buscaba incentivar los contratos indefinidos, éstos apenas son el 8% de las nuevas contrataciones y, además, son menos que los firmados el año pasado. Tal vez el Nobel de economía Joseph Stiglitz exagere al afirmar que el Estado español podría afrontar una crisis como la que afectó a Argentina en 2001 por su incapacidad para crear empleo, pero lo cierto es que esa incapacidad -tanto en Madrid como en Gasteiz- es cada vez más evidente.