Por fin ya descansas, tus amigos habrán lanzado al viento y al mar tus cenizas. Lo que quedó de ese envoltorio de un alma valiente, lo que quedó de ese cuerpo torturado por una lucha titánica y contrarreloj contra una mala pasada del destino. Pero miro alrededor y solo veo que has generado amor, admiración por tu valor al enfrentarte, no sólo a la dureza de esa lucha, entre médicos, pruebas e investigaciones sobre tu cuerpo, sino por seguir adelante como si no pasara nada, sin autocompasión, diciéndote y diciéndonos que no eras un enfermo sino que tenías una serie de problemas.
Ya te has ido con el título de tu carrera, aunque no te haya dado tiempo de recogerlo. Con el último examen se te acabaron las fuerzas, fuerzas que se te fueron mermando día a día yendo hasta Deusto como podías, estudiando en todos tus momentos menos malos, pero sé que te valió la pena. Era tu ilusión y la de tu madre. Nunca nadie pensó que fueras capaz de llegar hasta ahí. Reconoce y no sonrías con ironía, que tuvistes suerte. A nadie han querido tanto como a ti. Fuiste bien consciente del amor de tu madre, que lo dejó todo por ti, que estuvo siempre a tu lado, meses, años enteros, solo contigo. Tu hermano, al que tanto quisistes y que tanto te quiso, desde niños unidos, mucho más por tu problema.
Vete tranquilo. Tu vida ha sido corta, pero no vana. Dejas recuerdos admirables, que nunca olvidaremos quienes te conocimos.