Leo con estupor el artículo firmado por Iñaki Anasagasti en el que me alude personalmente y rechaza de plano la propuesta que presento para dedicar, en el vestíbulo del Palacio Foral en Bilbao, una placa en memoria de dos importantes personalidades políticas de Vizcaya: Javier de Ybarra y Augusto Unceta, presidentes de la Diputación Foral que fueron asesinados por ETA en 1977 y a los que se les ha sumido deliberadamente en un olvido tan injusto como incomprensible.

El propio Iñaki Anasagasti reconoce la calidad humana de ambos y su partido ha reconocido igualmente la defensa que hicieron en sus circunstancias y desde sus posiciones ideológicas del interés de Vizcaya y de los vizcaínos, pero sin embargo ello no le basta para actuar con generosidad y aceptar que se levante el manto de silencio y olvido que extendió sobre ambos la crueldad inhumana de ETA y que se ha mantenido estos 33 años por incomprensión o mero partidismo.

Si dentro del debate político es lícito discutir toda iniciativa, estar o no de acuerdo con ella y proponer en su caso alternativas, los motivos y razones que se emplean para justificar la postura por el señor Anasagasti son tan alejados de la moderación como cercanos a una memoria selectiva que recuerda u olvida según conviene. Con dichos mimbres sólo se alimenta la injusticia histórica.

Alude a mi iniciativa como propia de "una derecha que no ha aprendido nada ni olvidado nada", pero su justificación de esta afirmación refleja una visión muy parcial de la historia pasada y del presente de nuestro pueblo. Y una extraña creencia en un cierto derecho, desde sus posiciones políticas, para juzgar sobre la calidad humana y política de los demás, y para mandar al "limbo" lo que no le gusta y a quien no le gusta.

Ni tiene tal derecho, nadie se lo ha dado, ni tampoco es quién para juzgar a otros partidos democráticos. Son los electores los que juzgan, pues ésa es la grandeza de la democracia. Mejor que se preocupe el señor Anasagasti de llevar hacia la moderación a algunos de sus lectores, que por lo que se puede leer en ciertos blogs y diarios están más bien inclinados hacia posiciones maximalistas poco democráticas.

Un comentario final: mezclar la petición del recuerdo de dos asesinados por ETA con la celebración de la victoria de España en la final del mundial de fútbol es como mínimo una frivolidad. En todo caso, estoy seguro de que Jose Antonio Aguirre se habría alegrado de la victoria, en la que todos aportamos y ganamos un poco, porque sin dejar de ser nacionalista tenía sentido común, desgraciadamente aún el menos común de los sentidos en ciertos ambientes.