Abuso de una revisora en el tranvía
Me desplacé con mi hija de 14 años desde Tarragona a Bilbao. Nos gustó mucho y nos encantó la cordialidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Sin embargo quiero denunciar públicamente una lamentable excepción.
El día 19, cerca de las 19.15 horas, viajando en el tranvía con la tarjeta creditrans, una revisora nos la pidió cerca del Museo Guggenheim. Se la entregué y me la devolvió. Le pedí que me indicase, por favor, cuánto saldo me quedaba porque no llevaba las gafas para leer y los números casi no se ven a simple vista.
Fue entonces cuando me indicó que estaba mal validada y le propuse validarla delante de ella en la estación siguiente. Me dijo que no, que tenía que pagar un suplemento de casi 12 euros. Le repliqué que me parecía una injusticia penalizar un error cuando no había mala fe y llevaba mi tarjeta correspondiente. Insistió en que las normas eran estas y que si hacía una excepción conmigo, otros pasajeros se podrían quejar.
Los usuarios que iban a mi lado se pusieron de mi parte indicándole que era un forastero y que simplemente me había confundido. Ella se negó y yo le dije que no pensaba pagar porque lo consideraba abusivo.
A partir de entonces, la discusión subió de tono cuando me exigió la documentación. Un pasajero me indicó que no me la podía exigir y yo me negué. La revisora me indicó que no bajase del tranvía hasta que viniera la Ertzaintza para identificarme y dio órdenes a un guardia de seguridad de que me custodiase.
Yo me puse nervioso y le espeté que era increíble que se tratase a un ciudadano normal como si fuera un delincuente.
El caso es que finalizado el trayecto, tuve que esperar con mi hija, muy afectada, casi una hora a que llegase el coche patrulla y un agente procedió a mi identificación. Perdimos la tarde y la posibilidad de finalizar nuestra visita al Guggenheim.