En una reciente entrevista hecha a Juan Fernando López Aguilar le preguntaban sobre la desafección de la ciudadanía a la clase política. Respondió con disimulada indignación que era indebida, que nuestros políticos en su totalidad eran muy trabajadores, que sus emolumentos estaban entre los más bajos de Europa, que la corrupción es una anécdota pues la inmensa mayoría de ellos es honrada. Que comprendía que en estos momentos de crisis que la ciudadanía tuviera que culpar a alguien como desahogo y que los políticos asumían una vez más actuar de paño de lágrimas del pueblo.

En declaraciones del presidente de Extremadura al que el periodista le pregunta sobre el desprestigio evidente de la clase política, no se le ocurre otra cosa que afirmar que los políticos han creado el Estado de bienestar que disfrutamos: la Seguridad Social, el sistema de pensiones, la enseñanza universal, la sanidad gratuita... Parece deducirse de sus manifestaciones que son los políticos personalmente los que soportan el peso de su financiación y su gestión.

Conviene señalar que en el año 2006 el sueldo anual de un parlamentario de base era de unos 75.000 euros, a los que deben añadirme dietas, viajes pagados y jubilación en condiciones privilegiadas respecto a las de los ciudadanos que son quienes a la postre pagan sus sueldos. A estos ciudadanos es a los que censura con paternalismo insultante el parlamentario europeo. Son ellos los que se fijan los sueldos en sesiones restringidas de las Cortes, con escasa publicidad, alcanzando sorprendentemente rápido el consenso entre todos los partidos sin excepción. Que tiene dos meses de vacaciones en verano, más de un mes en Navidad y largos puentes. Al mencionar la corrupción, Juan Fernando responde altivo que es algo anecdótico: por lo visto desconoce los casos del Palau, de Barcelona, Gürtel, Marbella, Castellón, Baleares, Hacienda de Gipuzkoa... y toda la historia de corrupción y corruptelas: ¿Y dice que es anecdótico?

Lo tremendo de estos mediocres es que prefieren mantenella y no enmendalla, y así es que se ha creado en la opinión pública que la política es un apaño para los que la ejercen y que por eso nadie cree en ellos. La gente honesta no se siente motivada para entrar en política porque teme el descrédito que esa decisión le va a acarrear, aunque tenga realmente espíritu de servicio. ¿Hasta cuándo se van a mantener en su estulticia?