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De Haití a Pakistán, tragedias humanitarias

Siete meses después del terrible terremoto que asoló el país caribeño, el hambre, las enfermedades y la violencia siguen a la orden del día, mientras la ONU advierte de que las últimas lluvias en Pakistán han causado una catástrofe aún mayor

se acaban de cumplir siete largos meses desde que un potentísimo terremoto de 7,3 grados en la escala de Ritcher se cebara de manera inmisericorde con el país más pobre del continente americano, Haití, y sobre todo con su población, ya de por sí castigada. El resultado del terrible seísmo y sus consiguientes réplicas fue de más de 200.000 muertos y centenares de miles de heridos y damnificados, muchos de los cuales se quedaron literalmente sin nada. Haití se convirtió en un país desolado, destrozado, hundido en todos los sentidos y sin capacidad de reacción que suplicaba ayuda internacional para salir adelante. Siete meses después de aquel 12 de enero de 2010, el mundo asiste entre atónito y avergonzado a una imagen que no difiere mucho de la que pudo ver entonces. Tragedia sobre tragedia, el hambre, las enfermedades -en especial la malaria- y la violencia han sucedido a los edificios derruidos y a la muerte entre los escombros. Casi desde el momento mismo en que se conoció la magnitud de la catástrofe se puso en marcha la ayuda internacional para paliar en la medida de lo posible los efectos del desastre en la población. Fueron numerosos los llamamientos a la solidaridad y muchas también las personas que pusieron su grano de arena en favor de Haití en forma de aportación económica o material o bien como vuluntarias en las labores de ayuda, rescate y reconstrucción. La dimensión del drama llevó también a muchas voces, incluso de organizaciones e instituciones internacionales, a proclamar la necesidad de una reconstrucción integral de Haití, entendida como una oportunidad para su recuperación real bajo parámetros distintos a los que históricamente han padecido sus habitantes, la inmensa mayoría de ellos por debajo del umbral de la pobreza. Nada de eso ha sucedido. Haití sigue más sumido aún si cabe en la miseria y el caos, según relatan personas que lo han vivido en primera persona y que describen que en muchos campamentos espontáneos apenas hay comida ni agua y las enfermedades han empezado a hacer estragos. Una catástrofe humanitaria en toda su dimensión. Previsible y, en consecuencia, evitable. Y lo peor es que estas tragedias y sus consecuencias se suceden sin que la comunidad internacional sea capaz de evitarlas. El pasado miércoles, por ejemplo, el coordinador de ayudas de emergencia de la ONU, John Holmes, advirtió de que las consecuencias reales de las graves inundaciones que han tenido lugar en Pakistán son peores que las que asolaron Haití o las del tsunami de 2004 en el océano Índico. Lo cual quiere decir, a la vista de lo que ha sucedido en estos siete meses desde el terremoto en el país caribeño, que estamos ante otra tragedia humanitaria de consecuencias incalculables sin visos de que pueda atajarse con garantías. Un panorama inaudito en pleno siglo XXI.