lA tensión ha vuelto en toda su crudeza a la frontera entre Israel y Líbano y ha hecho saltar las alarmas en la comunidad internacional, que teme -por poderosas y obvias razones- que cualquier chispa pueda encender el conflicto latente entre ambos países y cuyas consecuencias son imprevisibles y, en cualquier caso, sangrientas. En esta ocasión ha sido la tala de un árbol la que ha provocado un incidente militar que ha terminado -de momento- con la muerte de cuatro personas -dos soldados libaneses, un periodista de este mismo país y un soldado israelí- y una quincena de heridos y que ha resucitado el fantasma de la guerra en una zona de por sí altamente conflictiva. La chispa ha sido un árbol, pero ese árbol no debe impedir ver el bosque en toda su dimensión. A nadie ha sorprendido este nuevo episodio de tensión en Oriente Próximo. Más bien lo que ha llamado la atención es que no haya provocado una escalada de violencia, debido fundamentalmente a que en esta ocasión Hezbolá no ha respondido como en otras ocasiones y ha respaldado al ejército libanés. La tala de árboles por parte de Israel en una zona que, aun estando en suelo propio, se confunde entre la conflictiva y a veces difusa línea azul trazada por la ONU como división entre ambos países no parece justificada, máxime cuando las tropas hebreas se han instalado cerca de la frontera desde hace varios meses, lo que a su vez ha provocado maniobras similares por parte del ejército de Líbano. Es decir, que con sus actitudes, una vez más, Israel está llevando la tensión a sus límites máximos, sin que haya razones que lo justifiquen. Ya inició su escalada a primeros de año, cuando sus aviones sobrevolaron territorio libanés y en los últimos meses ha provocado también pequeños incidentes en la frontera. Tanto se ha incrementado la tensión que algunos analistas dan por hecho que tarde o temprano habrá una guerra, un choque militar que las Naciones Unidas tratan de evitar por todos los medios, aunque no con la suficiente determinación. Todos recuerdan la guerra que tuvo lugar hace cuatro años entre Israel y Hezbolá, que causó cerca de 1.500 muertos, la mayoría libaneses. De momento, la tensa calma se mantiene tras la intervención de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (Finul), que reunió a representantes de los ejércitos israelí y libanés. Los militares de ambos bandos se comprometieron a respetar el cese de las hostilidades, pero es evidente que este precario alto el fuego se mantendrá mientras no haya más chispas que provoquen un nuevo incendio, sea la tala de un árbol, la invasión del espacio aéreo, un error militar, unas maniobras extemporáneas o un soldado que pierda los nervios. Israel tiene abiertos muchos conflictos. Por su propia situación geográfica, pero también por su actitud política y militar, que sobrepasa en múltiples ocasiones el legítimo derecho de defensa para traspasar la delgada y peligrosa línea de la provocación. Siempre hay un árbol para evitar ver el bosque.