Ahora que tanto se habla, e incluso se intenta legislar, sobre las contaminaciones de las listas electorales, sin saber nadie bien de qué se trata, ni a qué carta quedarse, sugiero un sistema fácil e inequívoco para su detección, como si de gripe A se tratara.
Consiste en que el Ministerio del Interior, con la ayuda que considere necesaria, llámese Ministerio de Justicia, Audiencia Nacional, Ares, etc., y con casi un año por delante, publique una lista de agentes contaminantes, con nombres, apellidos, DNI y lo que se tercie para que ninguna lista limpia pueda incluir en las mismas, por error, a ninguno de los contaminados o contaminantes.
Podría publicarse en el BOE, con detalles de su contaminación, sea por cadmio, mercurio o por otros materiales pesados, con derecho a recurso por parte de los interesados, y para eso con tiempo, claro, no vaya a ser que aparezcan el día antes de las elecciones, y ya no haya remedio.
En mi caso, por ejemplo, fui expulsado en mis tiempos de la Universidad de Barcelona por marxista-leninista de tendencia pro China, y no sé si ya estoy descontaminado. En los análisis de sangre no me indica nada. ¿Es suficiente?
Todos conocemos a militantes del PSOE que estuvieron en ETA, en el GAL, y otros del PP que nunca condenaron las masacres franquistas, ni el bombardeo de Gernika. ¿Cuánto tiempo debe pasar para descontaminarse? ¿Dónde está la agencia de descontaminación?
Leía una referencia del diario argentino Clarín, donde aparecía hace unos años un estudio sobre los fraudes electorales que se producían en dicha nación a finales del siglo XIX, entre 1880 y 1890, principalmente, y es que era habitual que uno de los partidos se apropiara de las normas o que no permitiera aplicarlas a sus adversarios.
Solamente 130 años después, en el presunto supuesto de un país desarrollado y ejemplo de democracia, estamos exactamente igual.