pOR una vez, y sin que tenga necesariamente que servir de precedente, el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, llevado quizá por su optimismo antropológico, tomó una decisión que, al menos en apariencia, se aleja de sus típicas medidas fruto de la improvisación e imagen y sometió al sistema financiero del Estado a unas duras pruebas de solvencia, los denominados stress test. A la luz de los resultados, y pese al evidente riesgo que entrañaba esta especie de operación en la que se desnudaba a la luz pública a las entidades financieras, puede decirse que acertó. Al menos, en su primera parte. El motivo por el que se decidió realizar estas pruebas de solvencia era evidente, dado el descrédito en el que había caído el sistema financiero español, que le hacía vulnerable a una especulación creciente agazapada en los mercados y a la huida de los inversores. No en pocas ocasiones, la prensa especializada europea había comparado la situación financiera del Estado español con la de Grecia, en práctica bancarrota, lo que había hecho saltar todas las alarmas en mercados e instituciones. Los llamamientos a la calma incluso de gobiernos europeos, que avalaban los mensajes más o menos tranquilizadores del Ejecutivo de Zapatero, no lograban el objetivo, por lo que el Banco de España decidió someter a 27 entidades a las pruebas de esfuerzo del Comité de Supervisores Bancarios Europeos, con las que se busca, por medio de simulaciones, medir su comportamiento en situaciones extremas de crisis o escenarios especialmente complicados. El resultado del sometimiento a este estrés ha arrojado un escenario de mayor equilibrio y robustez del esperado, dado que sólo suspenden cinco entidades, precisamente las que están en procesos para reconducir la situación. En el plano más cercano, el exigente examen ha arrojado un resultado altamente positivo para las entidades vascas. No sólo porque todas ellas aprueban sin dificultades, sino porque se sitúan entre las mejores en el ranking, lo que da idea de que ha existido una gestión que supera la eficacia para acercarse en algunos casos a la excelencia. BBK y Kutxa en el caso de las cajas y BBVA en la banca han respondido a la confianza que los ciudadanos e instituciones vascas han puesto en ellas. El hecho -nada llamativo, por otra parte- de que Cajasur, la caja andaluza adquirida por BBK, haya sido uno de los suspensos en el stress test carece de mayor trascendencia, toda vez que la entidad vizcaina tenía pleno conocimiento de su situación, plasmada y reconducida en el plan de viabilidad. Superado el estrés de las pruebas y los resultados, queda ahora mirar al futuro, ya que los resultados no solucionan nada por sí mismos. La confianza de los inversores no se gana sólo con unos datos. Las entidades deben afrontar su grave problema de liquidez y ejercer su función fundamental, que es prestar dinero.
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