Un veto sin explicación
La responsabilidad institucional enmarca la acción de gobierno en el análisis detallado y la explicación nítida de sus causas, condiciones que el Ejecutivo López incumple en su oposición al concurso de ideas de Guggenheim Urdaibai
LA insistencia del Gobierno que preside Patxi López, por boca de su portavoz Idoia Mendia, en su negativa a considerar siquiera la posibilidad de una convocatoria de ideas sobre la ampliación discontinua del Museo Guggenheim a la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y el consiguiente intento de veto de la representación del Ejecutivo a la toma en consideración de la misma en las reuniones que llevan a cabo hoy tanto el Comité Ejecutivo como el Patronato de la Fundación Guggenheim Bilbao, adolece de los defectos de la unilateralidad y la intransigencia precisamente en un organismo que se había esforzado hasta la fecha en tomar sus decisiones de forma unánime. Y lo hace sin argüir, al menos públicamente, los fundamentos de dicha posición si se exceptúan sus consideraciones, hasta el momento no suficientemente razonadas, sobre la carestía del proyecto. El Gobierno López está lógicamente en su derecho de creer innecesaria la implantación de una pinacoteca de la marca Guggenheim en Urdaibai, pero la responsabilidad institucional supera el ámbito de las creencias y obliga a enmarcar la opinión y la acción de cualquier gobierno en el análisis detallado y la explicación nítida a la sociedad de cada una de sus posiciones e iniciativas, lo que aún no se ha producido en este caso. Tal vez por los problemas de comunicación que en algún otro momento ha esgrimido el propio López. De cualquier forma y en apoyo de la exigencia de esa responsabilidad o cuando menos prudencia institucional, baste recordar que en su momento también se plantaron sonoras negativas, algo más elaboradas que la actual incluso, al proyecto original del Guggenheim Bilbao, y que aquéllas empezaron a ser matizadas en cuanto éste tuvo forma y han acabado siendo consideradas un error por los mismos que las defendían. Así, para que la propia oposición del Ejecutivo presidido por López pudiese enarbolar siquiera alguna base, sería imprescindible conocer primero de qué proyecto concreto se está hablando, de cómo influiría y se integraría éste en Urdaibai, de sus sinergias y sus consecuencias, de su aceptación por la propia comunidad... lo que es de todo punto imposible mientras no se concrete, o al menos se esboce en los diversos diseños, a través del concurso de ideas que el Gobierno López parece empeñado en impedir. Y esto lleva a preguntarse si en la unilateralidad e intransigencia del Ejecutivo cabe alguna otra lógica que la de la mera oposición política y, en consecuencia, la total desconsideración hacia Urdaibai y hacia Bizkaia que ya ha sido denunciada respecto a otras decisiones de otros departamentos. Porque de no existir dicha desatención, lo razonable -y lo responsable- sería apoyar, o al menos permitir, que la Fundación Guggenheim reciba y estudie las ideas para Urdaibai y trate, además, de acompasarlas con los planes del Gobierno vasco para la Reserva de la Biosfera.