LA política de seguidismo que Patxi López y su Gobierno están llevando a cabo con carácter general, pero más en concreto en la asunción de las medidas de recorte anunciadas por el Ejecutivo español, corre el riesgo de poner a Euskadi en un callejón sin salida en cuestiones básicas y estratégicas de país. Una de ellas es, sin duda, el proyecto ferroviario de alta velocidad, la conocida como Y vasca. Instituciones (desde la Unión Europea a los ayuntamientos vascos, pasando por los ejecutivos español y vasco y las diputaciones), partidos políticos, empresarios y, en general, la gran mayoría de la sociedad vasca ha considerado y considera que la puesta en marcha del TAV en el menor tiempo posible es una cuestión prioritaria y fundamental para el desarrollo económico y social y la vertebración de Euskadi. Así era, al menos, hasta ahora. Es más, el Gobierno de Patxi López se preocupó por transmitir desde el inicio su apuesta por el TAV. Tal era la presunta preocupación, que incluso el famoso pacto firmado entre PSE y PP que garantizaba el acceso de Patxi López a la Lehendakaritza establecía de forma aparentemente rotunda la "apuesta por las infraestructuras estratégicas, recuperando el tiempo perdido en la obra del TAV y adelantando la ejecución de este proyecto fundamental para la cohesión territorial de Euskadi y para su conexión con el resto de España y Europa". El propio ministro de Fomento, José Blanco, insistía cada vez que tenía oportunidad en la importancia de esta infraestructura. Hace ahora justo un año, Blanco visitó, en compañía de López, algunas obras de la Y vasca para repetir el "compromiso de agilizar al máximo" las ejecuciones. También López llegó a decir hace poco más de cinco meses que la inversión en el TAV era "una medida contra la crisis". Pero el panorama ha cambiado radicalmente. El plan de ajuste de Zapatero -aún no debidamente concretado- ha puesto en cuestión esa apuesta, de modo que ha quedado en el aire la advertencia de José Blanco de que las infraestructuras -"todas", según se encargó de recalcar- iban a sufrir un retraso de un año. Y doce meses -o más, en función de cómo evolucione la crisis- suponen la diferencia entre estar y no estar, entre el ser y no ser de Euskadi y su conexión con Europa mediante este eje prioritario. Eso, sin tener en cuenta las posibles desastrosas consecuencias del retraso, como la pérdida de ayudas de la UE. Patxi López y su Gobierno se encuentran en un difícil trance: desafiar realmente las medidas de Zapatero y mantener su apuesta, o desdecirse (incluso de la afirmación de que el TAV ayuda a superar la crisis) y agachar la cabeza. En ello va su ya escasa credibilidad, pero sobre todo se juega el futuro de Euskadi porque sin duda es mucho más caro el coste del no TAV que el mantenimiento de la apuesta por la Y vasca y su financiación.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
