LA forzada asunción por parte de José Luis Rodríguez Zapatero de la gravedad de la situación económica y la parcialidad de las medidas por él adoptadas para hacer frente a un déficit que cuestiona el modelo de gestión del Gobierno del Estado pero también el mismo modelo de Estado, o cuando menos la interpretación de éste por sus sucesivos Gobiernos, ha supuesto la expansión de la crisis del ámbito económico y social al ámbito político y apunta ya a unas consecuencias mucho más amplias, y quizás más rápidas, de lo previsto seguramente por el mismo Ejecutivo. En primer lugar, la crisis ha implosionado hacia dentro en el PSOE llegando al punto de cuestionar, de manera algo más que incipiente, dentro de sus propias filas el liderazgo de Zapatero toda vez que éste ha renunciado de golpe a los principales axiomas que había venido manteniendo desde que alcanzara la presidencia del Gobierno español. Y Zapatero era aún hace escasos días el principal y quizás único fundamento electoral de los socialistas, ahora ya en clara recesión política. Únicamente un inesperado giro que añada a los recortes sociales ya anunciados otras medidas que aporten en la reducción del déficit -como las necesarias reestructuraciones administrativas en el Gobierno y el Estado- e iniciativas que contribuyan al crecimiento económico mediante el mantenimiento de la inversión y la generación de empleo podrían paliar, aunque difícilmente corregir, su clara trayectoria menguante. Pero la explosión de la crisis en las manos de Zapatero también alcanza al socialismo periférico precisamente a escasos meses de cruciales citas con las urnas. En Euskadi, esa afección tiene además una connotación especial que ya se empezó a vislumbrar ayer en la rotundidad con la que el PP acogió los rumores sobre presuntos contactos entre el Gobierno de Zapatero y ETA, llegando a amenazar tanto su secretaria general, María Dolores de Cospedal, como el presidente del PP del País Vasco, Antonio Basagoiti, con romper el Acuerdo de Bases y retirar el apoyo parlamentario que presta al minoritario Gobierno que preside Patxi López. La seria advertencia del PP muestra nítidamente la precariedad del Ejecutivo socialista también en Euskadi y acumula en la mesa de López problemas añadidos a los de intentar aplicar la receta de Zapatero sin el apoyo de los populares, quienes la han criticado abiertamente en Madrid, ni del PNV, que lógicamente exigirá una adecuación de las medidas al autogobierno y a la situación real de la economía vasca, distinta a la de la economía española. Pero dicha amenaza también se fundamenta en que el PP pretende evitar por todos los medios que un éxito en materia de pacificación salve a Zapatero y al PSOE de la profunda crisis que empiezan a sufrir aunque con ello supedite los intereses de la sociedad a los meramente partidistas.