LOS dos principales ejes en los que el Departamento de Educación que dirige Isabel Celaá se ha centrado tras el primer año del Gobierno presidido por Patxi López, el desarrollo de un modelo trilingüe y la informatización de la enseñanza mediante el programa Eskola 2.0, aun siendo presentados como proyectos de fines tan perseguibles como la capacitación de la juventud vasca en el idioma inglés y en las nuevas tecnologías, no pueden ocultar en el inicio de su andadura los handicaps derivados de dos características que comparten: la ausencia de interés en la búsqueda de consensos a la hora de diseñarlos y desarrollarlos, tanto en el ámbito socio-político como dentro de la propia estructura educativa, y la innegable improvisación que les acompaña. Si a la publicitada enseñanza trilingüe -que ya se llevaba a cabo en numerosos centros y programas educativos de la CAV- le han surgido fundadas críticas en cuanto a las dificultades que implica su puesta en práctica sin haber tenido en cuenta la capacitación real del profesorado, en cuanto a su presumible incidencia en la euskaldunización del alumnado y debido a la sensación de que únicamente se trata de una reforma encubierta del actual sistema de modelos para el que no se ha tenido en cuenta a los distintos agentes educativos; el programa Eskola 2.0 adolece asimismo de déficits similares. En primer lugar, el proceso de inmersión de la Educación vasca en las nuevas tecnologías no nace precisamente ahora, sino que se viene desarrollando, a un ritmo tan progresivo como marcaba la propia demanda educativa, desde hace dos décadas. Por ello sorprende la urgencia, que parece más fruto del interés político por integrar el programa en el Escuela 2.0 puesto en marcha por el Gobierno del Estado que en la necesidad de acelerar un proceso sin embargo inevitable. En segundo lugar, la formación del profesorado, tan imprescindible -si no más- en este caso como en el de la enseñanza trilingüe, ya ha venido siendo puesta en duda desde hace más de cuatro meses por quienes deberán gestionar el programa en las aulas y ante alumnos que, en su mayoría, presentan un hábito on line superior al de sus profesores. En tercer lugar, Educación no ha previsto la inferioridad del euskera -lo mismo que no contempla el efecto del modelo trilingüe- en contenidos digitales y, lo que es peor, la ha agudizado al contratar únicamente tres de los además escasos diez materiales didácticos a firmas vascas. Y finalmente, pese al retraso de siete meses respecto a lo anunciado y al desembolso dispuesto de 12 millones de euros anuales, la improvisación deriva en notorias carencias en su implantación, que sólo alcanza a 539 de los 940 centros previstos, y en muchos casos no cuenta siquiera con el equipamiento necesario, partiendo de la ausencia de wifi en tres de cada cuatro aulas.
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