lA situación en las aguas del océano Índico no ha mejorado ni un ápice para los arrantzales vascos que faenan en la zona. Es más, la angustia se está apoderando de los pescadores, de sus familias de pueblos como Bermeo, castigados con los continuos ataques de los piratas. Ayer, de nuevo un atunero vasco, el Txori Argi, con 29 tripulantes a bordo, sufrió un intento de secuestro por parte de piratas somalíes, ataque que se suma a los otros tres sufridos en las últimas semanas por el Albacan, el Intertuna II y el Artxanda. Ya habían avisado en reiteradas ocasiones nuestros arrantzales de que el final de los monzones iba a acarrear un significativo aumento de las agresiones a los pesqueros. Y, una vez más, la tozuda realidad ha venido a darles la razón. Por fortuna, la seguridad privada a bordo del Txori Argi permitió repeler la agresión y los piratas desistieron de su intento, no sin una persecución previa. Pero los arrantzales van a la zona del océano Índico a pescar, no a vivir día y noche en vilo ni a huir constantemente, incluso a tiros, de unos secuestradores que intentan abordar y apoderarse de sus barcos. Es cierto que la seguridad armada ha abortado estos últimos intentos de los piratas, pero nadie puede garantizar que en cualquier momento no vaya a haber heridos o muertos en los intercambios de disparos -los secuestradores han llegado a lanzar también granadas- o que se materialice la pesadilla del secuestro. Durante el tiempo que el Alakrana estuvo en manos de los piratas, se dijo con insistencia que faenaba "fuera de la zona de seguridad". Bien, el problema es que, tal y como advertían los arrantzales, esa zona sencillamente no existe. Los piratas atacaron ayer el Txori Argi en aguas de las propias islas Seychelles, a tan sólo 80 millas de la capital, Port Victoria. Lejos, muy lejos (más de mil kilómetros) de las costas somalíes. Es decir, en zona teóricamente "segura". Y muy lejana a los lugares donde fueron atacados hace unas semanas los otros buques vascos. Lo cierto es que los piratas -que en estos momentos tienen en su poder siete barcos con 150 tripulantes en total- están por todas partes y no hay zona segura alguna. La indiferencia de gran parte de los partidos políticos y de los medios de comunicación ante este drama continuo de los arrantzales está propiciando que la opinión pública no tenga un conocimiento exacto de lo que se está viviendo en el océano Índico. Pero ello no obsta para que las instituciones -y en primer lugar el propio Gobierno vasco, que está haciendo dejación clara de su parte de responsabilidad- tomen de una vez por todas conciencia de la grave situación y actúen en consecuencia, tomando las medidas necesarias para garantizar la seguridad de los buques y, sobre todo, de los tripulantes. La excusa de la "zona segura" -los hechos son los hechos- ya no sirve.