Síguenos en redes sociales:

El destino de Irak

Las elecciones de ayer, sacudidas de nuevo por la violencia, pueden ser el primer paso hacia la normalización de un país altamente fragmentado y que aún sufre las heridas provocadas por la guerra que derrocó al dictador Sadam Husein

IRAK acudió ayer a las urnas en una nueva jornada histórica, ya que se trata de la segunda ocasión en la que los cerca de veinte millones de ciudadanos de este país podían votar desde la cruenta guerra en la que el dictador Sadam Husein fue derrocado. Como era dramáticamente previsible, la jornada transcurrió entre numerosos y sangrientos atentados que provocaron al menos 38 muertos y varias decenas de heridos, además de sembrar el terror y la inquietud entre la población. Todo ello pese al impresionante dispositivo de seguridad puesto en marcha con el fin de evitar un baño de sangre aún mayor, como ha ocurrido en otras ocasiones no muy lejanas. Los números no dejan lugar a dudas sobre el clima en el que tuvieron lugar estas elecciones. Hay que tener en cuenta también que a los comicios se presentaban nada menos que 6.200 candidaturas de todo tipo, aunque el partido Baas -al que pertenecía Sadam Husein- ha estado prohibido, así como sus secuelas, reales y posibles. Por contra, y es una importantísima novedad, las organizaciones políticas suníes rompieron el tradicional boicot que habían mantenido hasta ahora y decidieron participar en las elecciones. Todo ello configura un panorama más que complicado con un país radicalmente fragmentado -en lo político, en lo religioso, en lo económico y en lo social-, sacudido por la violencia extrema, infestado por las luchas intestinas y la corrupción y que, pese a los esfuerzos que intentan exteriorizarse, no es ni mucho menos dueño de su propio destino tras la invasión que sufrió por parte de Estados Unidos y sus aliados. Vistos los resultados, cuesta creer que hace sólo unos días el primer ministro británico, Gordon Brown, declarase ante la Comisión que investiga la guerra de Irak que "fue la decisión adecuada y se tomó por las razones adecuadas", a saber, la "amenaza" que suponía Sadam Husein. La cuestión de la independencia real de Irak, es decir, la retirada de las tropas extranjeras, es precisamente la gran asignatura pendiente y la deuda que la comunidad internacional debería intentar saldar con urgencia, y en la que los comicios pretenden ser el primer gran paso. Una cuestión nada sencilla pese a la propaganda oficial tanto iraquí como de EE.UU., donde un controladamente sobreactuado Barack Obama elogió ayer el "coraje" de los ciudadanos de Irak, a los que felicitó efusivamente por haber participado en las elecciones. Los resultados de las urnas y, sobre todo, cómo se desarrollará la política posterior con el prioritario objetivo de restañar heridas, lograr al menos una mínima unidad entre las diferentes facciones (sobre todo entre chiíes y suníes) y caminar hacia la normalización serán la clave para saber si se cumplirá la promesa de Obama de evacuar las tropas y dejar, así, a Irak caminar hacia su propio -aunque incierto- destino.