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Apresurarse en la igualdad

El siglo XX, el de las revoluciones técnicas y sociales, dejó pendiente la equiparación de género, la eliminación de la diferencia que aún sigue prendida en el subconsciente de la sociedad. El siglo XXI es, debe ser, el de las mujeres

EL siglo XX, el de las revoluciones técnicas y sociales en las que se basa el desarrollo de la civilización, dejó pendiente como rémora en las relaciones humanas, además de la discriminación geográfica y su consecuencia de la marginación económica y racial, la desigualdad de género, ésta sí universal, que ya Victor Hugo, en su famoso discurso Los derechos de la mujer (1854), exigía con una clarividencia manifiesta que luego se ha demostrado precipitada: "Hemos dicho y repetido que el siglo XVIII proclamó el derecho del hombre y que el siglo XIX proclamará el derecho de la mujer, pero es preciso confesar que no nos hemos apresurado en conseguirlo". Ciento cincuenta y cinco años después seguimos sin apresurarnos. La equiparación de la mujer, de los derechos de la mujer, con el hombre ha avanzado de modo notorio, especialmente en las últimas tres décadas, pero a un ritmo exasperante que ha dependido no de su verdadera y previa consideración como igual sino de su capacidad para arrancarla, para irla arañado más bien, a través de su incorporación al mundo del trabajo. Hoy, ya en el siglo XXI, cuando en el mundo se cuentan por vez primera nueve jefas de Estado y cinco jefas de gobierno, en Estados Unidos se acaba de alcanzar por primera vez la paridad en porcentaje de la fuerza laboral y en el Estado español las mujeres ya conforman el 43% de la población activa, el 54,7% de los estudiantes universitarios de primer y segundo ciclo e incluso se va camino de igualar las tasas de desempleo (18,7% entre los hombres y 19,2% entre las mujeres) que sólo hace 15 años presentaban 12 puntos de diferencia, la desigualdad permanece prendida en el subconsciente de la sociedad. Se revela en toda su crudeza, sobre todo, en los casos de maltrato físico o psicológico que una de cada diez mujeres sufre y no lo reconoce como tal en un ámbito social y culturalmente desarrollado como Bizkaia. Pero también en el hecho de que el 22% de ellas afirme que el hombre, su pareja, no reconoce su trabajo. Y en la distinta consideración salarial, en la comparativamente dificultosa promoción laboral -sólo el 19% de los directivos de empresa en el Estado son mujeres- en la asimetría de la presencia femenina entre el personal docente e investigador (36%), entre el funcionariado (33%) e incluso, pese a su mayor presencia y capacitación universitaria, en la baja tasa de catedráticas (14%). Queda, por tanto, mucho camino que recorrer. El lunes, 8 de marzo, se cumplirán 95 años de la primera celebración del Día Internacional de la Mujer en 1914 y se entrará en el último año del siglo transcurrido desde que el fallecimiento de decenas de mujeres en el incendio de una fábrica en Manhattan empezara a extender la concienciación de que algo debía cambiar. Es la revolución (el inicio de la civilización, según Victor Hugo) que sigue pendiente.