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El "cambio" de Ares

La reestructuración del Departamento de Interior contradice las prioridades señaladas por el consejero hace diez meses y se añade a la lista de errores que han creado un malestar general y contraproducente en la Ertzaintza

LA presentación y presumible aprobación mañana por el Consejo de la Er-tzaintza de la nueva Relación de Puestos de Trabajo (RPT) de la Policía vasca, la reforma del organigrama del Departamento de Interior realizada por el equipo que dirige Rodolfo Ares y especialmente la gestión del consejero desde que fuera designado para el cargo el 8 de mayo de 2009, divergen de modo notorio de las premisas de actuación que él mismo marcó hace diez meses. Únicamente se ha dado una salvedad a la norma de contradicciones, en una adecuación de la teoría del cambio esgrimida por Patxi López: la ruptura pública con la labor anterior, que le ha llevado a cuestionar indistintamente a mandos y agentes para justificar una crítica a sus predecesores tan abierta y al mismo tiempo tan carente de argumentos que nunca debería haberse producido. De hecho, ese políticamente interesado afán de reprobación, junto a un modo de actuar contrario al consenso y la colaboración internos, ha enfrentado abiertamente a Ares con los sindicatos, creando en el seno de la Ertzaintza un malestar general manifiesto y, desde luego, contraproducente. Sólo esas dos características bastarían para cuestionar el desempeño del consejero de Interior, quien sin embargo ha logrado añadir a ambas la incomprensión por una reestructuración que contradice sobradamente lo que él mismo anunció como sus prioridades: la optimización de los recursos mediante un control del gasto y la adecuación de la plantilla para lograr una mayor presencia de agentes en la calle mediante una potenciación de la división de Seguridad Ciudadana. Ares no sólo no lo ha llevado a cabo sino que, según la nueva Relación de Puestos de Trabajo, ha aumentado la estructurapolítica del Departamento al añadir una viceconsejería nueva -la de Administración y Servicios- y aumentar la cadena de mandos de la propia Ertzaintza con la creación de nuevas divisiones, incluida la publicitada Antiterrorista que, en realidad y tal y como han denunciado las centrales sindicales, no es sino un cambio de denominación a un equipo y una labor ya existentes. Esa actitud, sin embargo, no es gratuita. En su raíz se hallan la motivación política, una concepción rácana del autogobierno y la supeditación voluntaria a los designios de Madrid, que toman forma en la resistencia del nuevo equipo de Interior a asumir, mucho menos a plantear, la necesidad de una ampliación de la Ertzaintza por encima de los actuales ocho mil agentes que ya había sido contemplada por gobiernos anteriores. Que Ares esgrima como única defensa la lucha contra el terrorismo y la responsabilidad de quienes critican su gestión cuando él mismo -aunque ahora no lo recuerde- lanzó en su día y desde la oposición todo tipo de diatribas contra sus predecesores, no hace sino añadir el descaro a su ya larga lista de interesados errores.