La encrucijada de Cuba
La muerte del activista Orlando Zapata tras 85 días de huelga de hambre y el inicio del ayuno por parte de otros cinco opositores evidencian un déficit grave de derechos humanos en un momento en que la isla busca romper su aislacionismo
el fallecimiento del disidente cubano Orlando Zapata Tamayo, tras 85 días en huelga de hambre para reivindicar a las autoridades de Cuba el reconocimiento de sus derechos como preso de conciencia -reconocido por Amnistía Internacional-, y la continuación de su ejemplo mediante el ayuno por parte de otros cuatro reclusos y un periodista opositor han puesto de nuevo en evidencia el anquilosamiento político e ideológico de las estructuras del régimen castrista. Zapata, de 42 años, fue detenido en 2003 en el marco de la redada que llevó a 75 opositores a prisión acusados de conspirar con EE.UU., y dejó de ingerir alimentos sólidos a principios de diciembre, en protesta por lo que describió como continuas palizas de los guardias y otros abusos en prisión. Su muerte confirma que la esperanza hacia un proceso de renovación del socialismo cubano para adecuarse a las necesidades y realidades del siglo XXI y de reconciliación interna quedaron enterradas con la asunción por parte de Raúl Castro de las principales funciones políticas en Cuba -tras la renuncia oficial de Fidel hace ahora dos años-, y su apuesta por los sectores más ortodoxos de la vieja guardia castrista. Además, la muerte de Zapata -los movimientos en defensa de los derechos humanos la califican de "asesinato judicial"- supone un duro mazazo para el desarrollo de los movimientos progresistas y de izquierdas en América Latina, y ha mostrado la diferente vara de medir de algunos grupos a la hora de rechazar las vulneraciones de derechos humanos en función de quiénes sean los responsables. El clamor internacional por el desprecio del régimen cubano a los derechos humanos, el reverdecimiento de la oposición en el país caribeño y las nuevas huelgas de hambre y sus posibles consecuencias pueden tener evidentes repercusiones para la ubicación internacional de Cuba, ahora que los países latinoamericanos inician una andadura con mayor independencia de EE.UU., cuando la mediación del Gobierno de Zapatero podía favorecer los intercambios con la UE, y en un momento en que BarackObama iniciaba tímidos pasos hacia la isla. Todo ello coincidiendo con la pérdida de capacidad de presión económica y política de los sectores más conservadores de Estados Unidos y Europa que respaldan a grupúsculos ultras que sirven, además, de tapadera para oscuros intereses económicos y delictivos. La herencia de la Revolución cubana deja importantes avances sociales (educación, sanidad, solidaridad...), pese a los efectos del antidemocrático e ilegal bloqueo económico al que somete EE.UU. a la isla desde hace más de 40 años. Pero nada de ello puede ocultar la ausencia de libertades democráticas y la vulneración de derechos civiles y políticos de miles de ciudadanos cubanos.