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Los errores de la OTAN

El aumento de víctimas civiles en los ataques de la ISAF en Afganistán mina la estrategia en aquel país, desmiente la apelación de Obama a la "guerra justa" y cuestiona la virtualidad de su papel coercitivo en el arbitraje internacional

LA asunción por el mando de las fuerzas de la OTAN en Afganistán de un nuevo error que ha causado la muerte a veintisiete personas en el sur del país, el tercero con víctimas ajenas a la contienda en una semana, revela una vez más la impunidad de la guerra -de cualquier guerra, pero especialmente de la que se desarrolla contra los talibanes- junto a la extrañamente escasa precisión de las tácticas empleadas por las fuerzas de la International Security Assistance Force (ISAF), pese a la enorme inversión en pertrechos bélicos y la alta tecnología desplegada. Tamaña acumulación de errores, que se producen prácticamente con una cadencia semanal, lleva incluso a pensar en la existencia de un menosprecio hacia la población civil, además de una banalización de la muerte tras ocho años de conflicto armado. Porque el nuevo error en un bombardeo, precisamente justo después de que el general Stanley McChrystal, jefe de las fuerzas extranjeras en el país, anunciara un mayor celo para evitar bajas civiles en la denominada operación Mushtarak, que la OTAN y el ejército afgano despliegan en busca de controlar la localidad sureña de Marjah, confirma que todos los anuncios de los mandos de la OTAN al respecto y todas las denuncias y exigencias realizadas por el Gobierno afgano que preside Hamid Karzai no impiden que el número de muertes civiles siga creciendo cada año. Si la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) contabilizó 1.523 civiles muertos en 2007 y 2.118 en 2008, el pasado año 2009 fue de nuevo el más mortífero con 2.412 civiles afganos muertos, de los que casi seiscientos se atribuyen a acciones directas de las fuerzas internacionales, principalmente ataques aéreos que, como los dos últimos, son al parecer incapaces de distinguir entre los combatientes talibanes y la población. Cierto es que desde que la Luftwaffe que apoyaba el golpe franquista llevó a cabo los bombardeos contra las poblaciones de Durango y Gernika en la Guerra del 36, los civiles se han convertido, de una u otra forma, en objetivo militar -baste recordar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki- de todos y cada uno de los conflictos bélicos, pero la trivialización del horror y la suma de cadáveres de civiles no sólo mina la teórica estrategia de las fuerzas internacionales en Afganistán, sino que echa por tierra de modo definitivo aquella famosa apelación a la "guerra justa" del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al recibir el Nobel de la Paz. Más aún, los trágicos errores en la prolongada presencia de la ISAF en Afganistán ya han provocado sendas crisis de gobierno en Alemania y Holanda, empujan a la opinión pública en contra de la intervención en aquel país y cuestionan la cohesión de la OTAN y su virtualidad en el pretendido papel de fuerza coercitiva del arbitraje internacional.