CUANDO seguimos el curso de lavida siendo a su sentido fieles,ella, la misma vida, nos toma enposesión, porque cuando es plena eintensamente vivida, ella misma encada instante se transforma enrevelación; siendo ese, y no otro, elfruto de un renacimiento, el duroparto: la revelación del sentido denuestra propia Esencia, la que,latiendo en los latidos del corazónde la materia, hierve en los recodosde su más profunda vena hastamanifestarse al exterior, allí dondeel alma humana se hace cuerpo,celebración y Epifanía. Tal es lafuerza escondida en la aparente fragilidadde la semilla de las células.Sentirse vivos, hondamente vivos.

Una nueva vida transformada porel hecho de vivirla en su más profundaplenitud. Se trata de plenificarnuestra biografía: saborear,vivenciar, experimentar, sentir elaroma del vino nuevo. Hastaembriagarse.Ytodo eso no se aprendeen libro alguno. Que el sentirsevivo se realice o se frustre, dependedel uso consciente que cada unohaga con el margen de libertad quecada cual se otorgue a sí.

Porque nacimos para ser águilas,que no gallinas. Porque nacimospara ser robles, aunque, llevadospor los miedos cotidianos, hemosconsentido en ser manipulados hastaocluirnos en la resumida enanezde un bonsái. Por más que el estrésnos reclame cambiar de vida, enanosy atontados, nos hemos dejadoencarcelar en organizadas jaulas deoro.

El hombre-bonsái, bebe con avidezla papilla doctrinal de una cegueraque va cobrando cotas de epidemia;más no nació perverso, pues tienebuena levadura. Pero se hizo insulso,porque, destinado a crecer yexpandirse desde sus raíces hastala punta de la copa, puede -lo vemosdía a día- elegir ser un obedientecretino contagiado y contagioso.Pero existen algunos, como el poetacomunista Marcos Ana: Ese, mipecado es terrible: quise llenar deestrellas el corazón del hombre.

Aún cabe la esperanza.