Malas formas, peor fondo
El modo en que López dio a conocer la conformación de un consejo asesor ha causado hondo malestar en el mundo empresarial y socava la virtualidad de la iniciativa al enmarcarla en la forzada campaña por mejorar la imagen del Gobierno
EL malestar generado en el mundo empresarial por la filtración pública desde Lehendakaritza de la pronta convocatoria de una especie de consejo asesor en materia económica con parte de los empresarios más renombrados de Euskadi tiene base más que suficiente en el modo en que Patxi López -posiblemente aconsejado por otros asesores más cercanos, los que esforzadamente tratan de mejorar su imagen- hizo pública dicha idea a principios de esta semana. El recurso de la filtración es tan manido como harto conocidos los motivos que pueden mover a quien la realiza y que son básicamente dos: forzar la situación para lograr el fin que se persigue, en este caso la formación del consejo asesor, y/o aumentar la relevancia de lo filtrado en busca de beneficiar la posición del filtrador ante la dificultad de que otra fuente confirme, niegue o relativice su alcance. La secuencia de los hechos en este caso confirma ambos fines. Dar a conocer de ese modo la conformación del citado consejo cuando apenas se ha expuesto una idea general del mismo a los posibles interlocutores, no se han concretado formatos, ni se han especificado las materias que Patxi López pretende presentar a quienes debían participar en la labor de asesoría, ni se ha recabado la aquiescencia de algunos de ellos más allá de alguna conversación informal ya es una temeridad impropia de una institución pública. Si para colmo se dan a conocer los nombres de aquellos a los que se ha dirigido el Gobierno sin el permiso previo de los interesados, la temeridad se convierte en una gravísima falta de educación. Y si se hace apresuradamente, varias semanas antes de las fechas que apenas se habían esbozado en aquellas conversaciones informales, tratando de paliar los problemas de imagen pública y de déficit de gestión que asolan al Ejecutivo y al propio López, pasa a ser una soez utilización del prestigio ajeno -en algún caso también de su ideología nacionalista- y podría hacer pensar a los empresarios involucrados que la iniciativa no es sino una más dentro de la campaña de marketing que el Gobierno ha desplegado para tratar de paliar la desconfianza asentada en la ciudadanía. Como consecuencia lógica, el propio López habría socavado la virtualidad del pretendido consejo asesor. No porque el malestar de los empresarios lleve a éstos a responder negativamente a la propuesta, algo que posiblemente no harán -aunque alguno lo baraje- por responsabilidad social y para con el desarrollo el país, sino porque su implicación se verá inconscientemente lastrada por una actitud difícil de comprender. Menos aún cuando lehendakaris anteriores también habían contado con grupos de asesores similares que no han sido expuestos a la opinión pública. Con su proceder, en definitiva, López y su gabinete han vuelto a hacer gala de unas formas ajenas a la educación, la cortesía, la lógica institucional y política... y a la propia sociedad vasca a la que dicen representar.