EL Gobierno que preside Patxi López y éste mismo en primera persona han cometido, en apenas veinticuatro horas, dos errores de bulto, si pueden considerarse así, a cada cual más grave y que exigen explicaciones y rectificaciones tan inmediatas como públicas por cuanto pública y notoria ha sido la comisión de los mismos. En orden cronológico, que no necesariamente de importancia, el primero de ellos ha sido la elección de la campaña publicitaria para incentivar el turismo que, bajo el lema Euskadi, saboréala, el Ejecutivo socialista presentó en la tarde-noche del miércoles en la Bolsa de Madrid. Dicho lema ha sido utilizado ya por Asturias y Valencia en sendas campañas publicitarias destinadas al mismo sector y es prácticamente idéntico, por ejemplo y entre otros, al Saborea Madrid o al Saborea España, con los que ya se ha promocionado en sus respectivos ámbitos la gastronomía como producto turístico al igual que pretende la campaña del Ejecutivo López. La plena coincidencia del mensaje con el utilizado anteriormente por competidores directos en el mismo mercado y con el mismo objetivo, no sólo desmiente "la transmisión de los elementos diferenciadores de Euskadi" con que la directora de Turismo, Isabel Muela, pretendió razonar el claim o lema; sino que evidentemente no tiene explicación publicitaria alguna. Ni siquiera si el principal afán del Gobierno López ha sido el de mostrar una Euskadi uniformizada con el Estado o el de amoldar los intereses del turismo vasco a los de ese acuerdo que la viceconsejera de turismo, Pilar Zorrilla, firmó hace algunas semanas con el secretario de Estado, Joan Mesquida, para ligar el reconocimiento de calidad logrado hasta ahora por la marca Euskadi a la marca España. Mucho menos cuando el desembolso efectuado en la contratación de una campaña que, a la vista está, no ha necesitado una gran labor creativa se eleva a cientos de miles de euros y que sólo el acto de presentación en Madrid con 600 invitados superó los 350.000 euros de coste para las arcas de Euskadi. El segundo error, aunque nada oneroso para el erario vasco, es sin embargo más reprobable en cuanto al respeto que debe todo integrante de una institución pública a los ciudadanos a los que representa. Con más motivo si se trata del propio lehendakari. Y las palabras de López ayer en Madrid, al afirmar que "la sociedad vasca ha asumido tan rápidamente el cambio" que "los vascos no lo valoran" como explicación a la desconfianza hacia su gobierno que hizo patente el Euskobarómetro son de un tremendo mal gusto y constituyen una nítida falta de respeto, cuando no algo peor, que recuerda en mucho a aquella "inmadurez" que José María Aznar atribuyó a la sociedad vasca tras la derrota de la alianza de Mayor Oreja y Redondo Terreros en las elecciones autonómicas de 2001.