tENIENDO en cuenta que la extensa ponencia Mugarri, algunos de cuyos apartados han sido publicados recientemente por este diario, está fechada en octubre de 2009, todo hace pensar que el debate interno en el seno de la izquierda aber-tzale ilegalizada sigue abierto y que se está tratando de llegar a algún tipo de consenso entre los dos sectores: por una parte, los que optan por poner fin a la etapa de la lucha armada y por otra, los que consideran que aún no ha llegado el momento de dar ese paso. Hay un punto de confluencia, que es sumar fuerzas en torno a un foro que aglutine a todas las fuerzas soberanistas y de izquierdas, así como a los sindicatos de esa misma tendencia, especialmente a ELA, la central mayoritaria en Euskadi. Confluyen también los distintos sectores de la izquierda abertzale ilegalizada en proponer, a partir de esa acumulación de fuerzas, una confrontación democrática con el Estado que le obligue a entrar en un proceso negociador que culmine con el reconocimiento del derecho de autodeterminación y la territorialidad de Euskal Herria. Ambos objetivos requieren una presencia en las instituciones, por lo que deben trabajar por superar una ilegalización que les está llevando a la marginalidad. Pero, a excepción de Gakoa -boicoteado por el sector oficial-, ninguno de los documentos manejados en el debate se ha referido de manera clara a la posición de la izquierda abertzale ilegalizada respecto a la violencia de ETA, aunque son conscientes de que mientras persista esa violencia es absolutamente imposible aglutinar a las fuerzas políticas, sociales y sindicales de izquierda y nacionalistas. Saben, también, que su legalización no es viable mientras ETA siga actuando, por más apuestas que hagan por las vías políticas en ausencia de violencia. Ninguno de los sectores -radicales y posibilistas, por simplificar- ha llevado la contraria al anuncio de ETA tras el fracaso de Loiola, de entrar en un ciclo largo de lucha armada que fuerce al Estado a sentarse de nuevo a negociar. Lo venía a reconocer ayer el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, que pasa por tener hilo más o menos directo con algunos miembros de Batasuna, cuando no dudaba de la "sinceridad" de la izquierda abertzale de querer desmarcarse de la violencia pero sí de la estrategia que está llevando a cabo. Todo parece indicar que existe un sordo enfrentamiento, tanto en la propia ETA como en la izquierda abertzale ilegalizada, para quien el tiempo corre cada vez de forma más peligrosa en su contra. Cerrar, una vez más, en falso este necesario debate volvería a poner el contador a cero y constituiría un fracaso quizá irreversible para las aspiraciones de ese importante sector social vasco que a día de hoy está prácticamente desactivado por su propia incompetencia.
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