"Guerra y Paz"
Tolstoi ya personalizó la contradicción entre principios y actitudes, que no es exclusiva del discurso de Obama. En el análisis, la caverna mediática también se contradice porque ensalza la justificación de la violencia. ¿Puede ser ésta necesaria? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién lo decide? Que se lo miren bien.
BARACK Obama no ha sido esta vez original. O no lo han sido Ben Rhodes y Jon Favreau, los blancos, excelentemente retribuidos, eso sí; que le elaboran discursos capaces de aflojar "las lágrimas de la futura reina de Noruega, Mette-Meritt", según cuenta Ana Romero, enviada especial de El Mundo a la ceremonia de los Nobel en Oslo. La contradicción de Obama ya la dejó escrita, reflejada, vivida, Leon Tolstoi, autor de Guerra y Paz, pero también de Mi confesión, testimonio de su crisis espiritual y de conciencia. Partidario de la no violencia y la abolición de la propiedad, Tolstoi disfrutó de la alta burguesía rusa del siglo XIX tras combatir como soldado. Quizás Obama, tras vivir en la alta burguesía de EE.UU. y combatir como "comandante en jefe de una nación", escriba su confesión algún día. De momento, lee textos en los que se defiende la guerra como herramienta para la paz y cita a Gandhi pero evita aquella sentencia de Mahatma que Público, muy acertadamente, situaba ayer junto a la cabecera de su página 7, en la sección de Opinión: "Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos".
Pues pese a todo algunos le hacen la ola. A Obama, no a Gandhi. Arcadi Espada, en su ¡Quiá! del diario de Pedro Jota, opina que "recoger el premio Nobel de la Paz, aludiendo a la guerra justa, es un acto de valentía considerable. Y aún más: proclamar que el Mal existe y actúa puede ser una obviedad intelectual, sólo negada por el presidente Zapatero, pero es una muestra de coraje político". Y José Luis Alvite, quien sigue al pie de la letra el nombre de su columna en La Razón, Almas del nueve largo, dispara para sentenciar que "no hay un sola idea cuya eficacia no mejore si se sabe divulgarla con un cañón" y asegura que "nunca está de más el recurso de la fe, pero es evidente que incluso en la Santa Sede se sabe que el Espíritu Santo resulta más efectivo cuando en sus misiones le precede la Fuerza Aérea". Mucho más prudente, José María de Areilza Carvajal alaba el discurso del presidente de EE.UU. por disertar "sobre la guerra sin eslóganes ni simplificaciones y aceptando con realismo y sofisticación intelectual la gran complejidad de esta cuestión". ¿Dónde lo hace? En El Correo Español, por supuesto. José María de Areilza y Carvajal es nieto de aquel otro José María de Areilza... y forma parte del consejo editorial de Nueva Revista (publicación de FAES, el think tank de Aznar), que reúne a un grupo más que significativo de la intelectualidad más cercana a la derechísima hispana. Todos ultraliberales y ultracatólicos.
No es de extrañar, en cualquier caso, tal defensa de la "necesidad de la guerra" por parte de las plumas de la caverna mediática. El primero en teorizar sobre el concepto de guerra justa fue el dominico español Francisco de Vitoria, en el siglo XVI, como recuerda en Público, Marco Schwartz. En De iure belli, el buen fraile consideraba ya lícito hacer la guerra como respuesta proporcional a una injuria. Por cierto, Francisco de Vitoria da nombre a la Universidad más cercana a los Legionarios de Cristo. Dios los crea y ellos se juntan.
Ahora bien, quien riza el rizo es el editorialista de Juan L. (Cebrián) en El País: "Sus palabras -las de Obama, se entiende- son el reflejo simétrico y contrario de la doctrina de seguridad de los Gobiernos neoconservadores, basada en la guerra preventiva y unilateral". ¿De verdad? ¿Está justificada la guerra como respuesta? ¿El País considera que la guerra puede ser necesaria? ¿Volvemos a la injuria del dominico? Pues volvamos. De Vitoria también decía que la guerra "no es lícita simplemente por diferencias de religión o para aumentar el territorio". ¿Recordamos ahora la conquista de Navarra por Castilla, las guerras carlistas y la abolición foral, el golpe de Estado de Franco, el papel de la Iglesia católica, los munillas que han sido y son, a Rouco Varela...? Mejor hubieran hecho quedándose en el análisis de José María Carrascal, a quien en ABC siguen sin sacarle la corbata, que resume la idea de Obama "en el viejo proverbio romano: para mantener la paz, lo mejor es estar preparado para la guerra. A lo que podía añadirse: Y estar preparado para combatirla". Eso sí, Carrascal confunde un proverbio con una sentencia que se suele atribuir a Julio César pero pertenece a Vegecio, si vis pacem, para bellum, de la que se sacó el nombre de una munición, no del nueve largo, sino de nueve milímetros, tristemente famosa por estos pagos. Por cierto, más preguntas: ¿Hay o no hay alguna violencia, alguna guerra, justificada? ¿Quién decide cuál es justa y cuál no? ¿Hay alguna muerte, algún asesinato justo? Recapitulemos. Fidel Castro lo anunciaba el miércoles, un día antes del discurso, en Granma Internacional mediante un artículo recogido luego por Gara: "Hay que esperar (...) un nuevo compendio de frases que ocultan la existencia real de una superpotencia imperial con cientos de bases militares desplegadas por el mundo, doscientos años de intervenciones militares (...) y más de un siglo de acciones genocidas". Se refería a EE.UU., no a España. Claro que el ex comandante es tan ángel negro de la paz como Obama. Y otros. En realidad, es el pueblo el que no tiene quien le escriba.