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Hacia el género único

El drama constatado en más de cuatro mil mujeres víctimas obliga a la denuncia y la concienciación para eliminar el gen de la desigualdad que aún marca las relaciones sociales y está en el origen de la actitud y la violencia machistas

LAS cifras, en este caso, tienen la frialdad del cristal que permite ver más allá de la estadística. Pero la frialdad, cuando es heladora, también quema. Son 4.078 las mujeres víctimas de agresiones contabilizadas este año en la Comunidad Autónoma Vasca. Las contabilizadas. Mujeres que han soportado sin duda un número mucho mayor de episodios de maltrato, con sus nombres y apellidos, con sus familias e hijos, con sus vidas, rotas, marcadas por el drama físico y psíquico que soporta, cuando es capaz de hacerlo, quien sufre en sus propias carnes la violencia de género. Más de cuatro mil mujeres que deben marcar a fuego, quemando, la conciencia de una sociedad que sólo ahora comienza a vislumbrar la magnitud de un drama mantenido, malentendido, escondido en lo más íntimo de esa tan vergonzosa como falsa superioridad que aún abona, de modo consciente o inconsciente, una gran parte del otro género, desgraciadamente todavía más contrario que complementario cuando el género debería ser humano y por lo tanto único. Dos mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año, 5.634 expedientes abiertos y 17 mujeres con escolta. Sólo en el último mes, el centro de control ha atendido más doscientas treinta llamadas de alerta. Y sólo en la CAV, donde una de cada cinco agresiones se produce fuera de la convivencia en pareja y donde las víctimas atendidas aumentan en franjas de edad por debajo de los 35 años, de los 25 años incluso, en una demostración evidente de que el problema no se circunscribe a la relación más cercana ni se limita a las generaciones surgidas, desarrolladas, en las rancias décadas de una tradición cultural y social que ha sometido a la mujer al imperio del hombre porque aún hoy la subordina al hombre, quién sabe si incapaz o desinteresado en eliminar ese gen de la desigualdad de género que ha marcado el obligado rol de la mujer a lo largo de la historia y que está en el origen de toda actitud y violencia machistas. Y es contra esa subordinación latente fruto del sometimiento histórico, frente a esa desigualdad, siquiera inconsciente, genética, y tan extendida aún, que la sociedad debe rebelarse, que los poderes públicos deben proporcionar mecanismos protectores y correctores, pero también prácticas sancionadoras que no dejen lugar al atenuante de la duda, y que los propios medios de comunicación deben, debemos, cada día del año y no sólo hoy, Día Internacional contra la Violencia de Género; hacer gala de la obligada responsabilidad social a la hora de la denuncia y, sobre todo, del fomento de la educación y la concienciación, principales vías para reducir paulatinamente, pero con paso y objetivo firmes, una lacra que sigue golpeando con dramática continuidad los cimientos de las relaciones humanas sin distinguir grados de desarrollo, posibilidades económicas o rangos sociales.