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Oficialidad e incoherencia

La negativa de los jugadores de la Real a disputar el partido de la selección responde a intereses ideológicos concretos y, en todo caso, exigiría extender esa posición de bloqueo a la presencia propia en competiciones de ámbito estatal

EUSKADI, por segundo año consecutivo, se quedará sin disfrutar con su selección de fútbol en lo que ha sido el tradicional partido que, aprovechando el parón navideño en las competiciones de clubes, había mantenido viva la llama de una reivindicación histórica. Tres décadas después de que San Mamés, dentro de la campaña Bai Euskarari y con victoria ante Irlanda, acogiera el renacimiento del mítico equipo que llevó el nombre de Euzkadi por Europa y América en los años 30, la continuidad de la veintena de encuentros jugados desde aquel primero que tuvo que enfrentar una fuerte resistencia gubernamental queda en entredicho y no precisamente por presiones externas similares a las que se superaron aquel agosto de 1979, sino triste e incomprensiblemente por la incapacidad de un sector de los jugadores, los pertenecientes a la plantilla de la Real Sociedad, para entender que el simple hecho de jugar con la camiseta verde es el mejor modo de exigir la oficialidad y la base más lógica para seguir presionando de cara a la consecución del deseo de que los vascos, en fútbol y en otros deportes, podamos vernos representados por nuestras propias selecciones en las competiciones internacionales de carácter oficial. La suspensión obligada del encuentro por la Federación Vasca de Fútbol ante la postura de los realistas de no considerar suficiente el acuerdo de disputarlo bajo la denominación de Euskal Selekzioa junto a otra serie de condiciones en torno a la oficialidad -que sí habían aceptado jugadores de otros clubes, como los del Athletic- no es sino un paso atrás y una ampliación del error cometido hace un año que, lejos de beneficiar las aspiraciones que dicen sostener los jugadores de la Real, las perjudica. Porque al nuevo marco de reivindicación que éstos exigen no se llegará sin la presencia de los mejores deportistas vascos -de los siete territorios y con un llamamiento conjunto y claro a la oficialidad- defendiendo los colores de Euskadi ante los mejores rivales posibles. Ahí está el ejemplo de Catalunya. Sostener lo contrario no es sino tratar de ocultar que ciertas actitudes nada constructivas responden a la defensa de intereses ideológicos concretos y puntuales seguramente lícitos, pero que en ningún caso deben condicionar y menos anteponerse al deseo mayoritario en la sociedad vasca de que la selección de Euskadi siga dando todos los pasos necesarios, incluyendo la disputa de partidos amistosos, en el camino de la oficialidad. Y, en todo caso, llevar dichas actitudes a posicionamientos cercanos al boicot, como las de quienes se niegan a jugar con Euskadi siempre que no sea bajo premisas que ellos mismos imponen, exige de una coherencia de la que no hacen gala cuando disputan competiciones estatales que, no hay que olvidarlo, constituyen conditiosine qua non para acceder de pleno derecho a las competiciones oficiales, según las normativas de los organismos deportivos internacionales.