El difícil puzzle europeo
Pese a las dudas generadas por su elección, Herman Van Rompuy y Catherine Ashton, son las dos primeras piezas del verdadero desarrollo político de la UE que se inicia a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el día 1
NO se puede negar que la designación por los 27 Estados miembros de los hasta ahora primer ministro belga, el flamenco Herman Van Rompuy, y comisaria de comercio de la Comisión Europea, la británica Catherine Ashton, como presidente de la UE y responsable de las relaciones exteriores respectivamente ha despertado más de una duda debido al desconocimiento público de ambas figuras en buena parte de Europa. Tampoco que en esa designación ha pesado, más que cualquier otro aspecto, el rompecabezas de los contrapoderes estatales y la habilidad de Gordon Brown para ofrecer la figura de Tony Blair con el fin de sacar adelante el nombramiento de Ashton, así como que ésta compensa la proverbial desigualdad de género en los cargos de primer nivel de la UE y permite situar en la cúpula europea al representante de uno de los países germen de la Unión con la de una de las potencias tradicionalmente más euroescépticas. Sin embargo, el consenso logrado a última hora por el primer ministro sueco Fredrik Reindfelt, presidente de turno de la UE, por su propia dificultad y por el mismo equilibrio entre poderes y corrientes históricas, ofrece un más que suficiente apoyo a las dos figuras que, aunque sea en funciones de representatividad, se convertirán tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el próximo día 1 de diciembre en las caras de Europa en el mundo. Además y pese a las apariencias, ambos poseen un peso y una capacidad políticas muy superiores a las que en principio se les han atribuido. Van Rompuy ha obrado en su país el milagro de contentar a los valones siendo un flamenco de familia radicalmente nacionalista -lo que en principio es siquiera un mínimo horizonte de esperanza para otras regiones europeas como la propia Euskadi- y cerró un año después la crisis más grave del Estado belga, que con su marcha amenaza con reabrirse. La baronesa Ashton, por su parte, carece de experiencia diplomática, pero su labor en la complicadísima cartera europea de comercio es un aval más que suficiente, al igual que su impecable trabajo al conseguir dar la vuelta a las mayorías en la Cámara de los Lores para que se aprobara el Tratado de Lisboa. Quienes apuntan que ambos han sido designados por su bajo perfil político que no hará sombra a los verdaderos líderes de Europa, Nicolas Sarkozy, Angela Merkel o Gordon Brown, pueden tener parte de razón, pero obvian tanto la realidad de las personalidades de Van Rompuy -que ya sorprendió a propios y extraños con un discurso impecable tras su designación- y Ashton como las nuevas premisas de la política europea a partir del primero diciembre, que permitirán a ambos ser piezas clave en el inicio del verdadero desarrollo político de la Unión y limitarán, o deben limitar al menos, el papel de los gobiernos estatales en el mismo.