SORPRENDIÓ la insinuación que el portavoz del PNV en la Cámara vasca, Joseba Egibar, pronunció el viernes en el pleno de control al Gobierno, en el sentido de que un cese sin condiciones de la actividad armada de ETA daría al traste con la estrategia del ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, que pasa, a su juicio, por el "arrinconamiento de los abertzales". Se desconoce en base a qué datos Egibar sostiene esa posibilidad, pero lo lógico sería suponer que la deduce del documento que Arnaldo Otegi, Rafa Díez y el resto de los detenidos el pasado 13 de octubre en la sede donostiarra de LAB habían elaborado y manejaban para presentarlo a debate en las bases de la izquierda abertzale ilegalizada. De la lectura de ese texto puede concluirse que se trata de una iniciativa política "sin violencia y sin injerencias externas", a la que ETA debería responder con su retirada si no quiere abocar a Batasuna al suicidio político. La carta de Otegi y sus compañeros que hoy publicará Gara insistirá en que la intención del nuevo proyecto es absolutamente democrática y con suficiente potencialidad para acabar con las vías violentas. Ésa es la duda, pero también la posibilidad. Por el contrario, la estrategia de Rubalcaba se apoya en que había que detenerles porque lo que pretendían era abrir un nuevo proceso de negociación con el Estado, algo a lo que no está dispuesto tras el fracaso de los anteriores episodios. El ministro del Interior parte de atribuir una intención perversa a los dirigentes de Batasuna. Un día asegurará que pretendían crear un nuevo partido bajo las órdenes de ETA; otro día que ya le engañaron una vez y no piensa volver a dejarse engañar; otro día que, hagan lo que hagan y digan lo que digan, no podrán hacer política mientras ETA no se rinda. Eso es lo que Rubalcaba está trasladando a los creadores de opinión de los grandes medios del Estado y de Euskadi. Eso es lo que más temprano que tarde proclamará desde EITB, para repetir sobre el terreno lo que ya contó en Madrid a sus periodistas de cámara. El mensaje críptico de Egibar choca frontalmente, por tanto, con la estrategia de Rubalcaba. Porque la intención del ministro es impedir a toda costa que la suma de votos abertzales pueda poner en riesgo la operación de Estado que desalojó a los nacionalistas vascos del poder. Para ello, volverá a contar con todos los resortes, incluidos los que desbordan la legalidad. Ayer mismo, el diario Abc intentaba poner la venda antes que la herida y para advertir de que Batasuna intentará aprovecharse de la polémica suscitada por la utilización por parte de la policía de escuchas políticas, ponía en boca de fuentes de las fuerzas de seguridad el reconocimiento explícito de que en la operación que acabó con Otegi y Díez en la cárcel "se tuvo que vigilar" la sede de LAB, un sindicato "aún legal". Sobran más explicaciones.