LA actitud de un mandatario público ante los medios de comunicación suele resultar un buen termómetro para medir la aptitud de esa persona para el cargo que ocupa y, también, para calibrar su talante democrático. Cuanto más transparente es un político, más se acerca a la buena práctica del cometido para el que ha sido elegido. Al contrario, la opacidad y el veto a uno o varios medios de comunicación, aleja a ese mandatario de lo que en democracia se entiende por ser un servidor público. Los medios de comunicación sirven a la sociedad, ofrecen información y crean opinión. Quien niega la información, quien coarta el trabajo de un medio informativo, está hurtando a una parte de la sociedad de un derecho fundamental. El episodio vivido ayer en el Ayuntamiento de Barakaldo pone en tela de juicio el respeto de la alcaldía hacia la libertad de prensa y, por ello, arroja dudas sobre la ecuanimidad y la transparencia de ese equipo de gobierno. Un periodista de DEIA tuvo que ver cómo un compañero de otro medio de comunicación accedía a las dependencias que ocupan los gestores del Ayuntamiento fabril, mientras que a él se le decía que tenía prohibida la entrada por órdenes de arriba. Es de entender que la información publicada ayer por este periódico, sobre el pago de 8,2 millones de euros por parte del alcalde, vía decreto y contra el criterio de los técnicos, no haya gustado al primer edil baracaldés. Pero si la reacción, en lugar de ofrecer al periodista las aclaraciones que reclama, es darle con la puerta en las narices, se pone de manifiesto que algo no está funcionando bien en esa Alcaldía. No es la primera vez que desde el equipo de Tontxu Rodríguez se intenta bloquear el trabajo de un periodista de DEIA. La publicación de informaciones sobre actuaciones que ese gobierno prefería que no vieran la luz, llevó ya entonces a presiones a diversos niveles para intentar callar al periodista y, de paso, al medio informativo. Ayer volvió a producirse un veto y, al mismo tiempo, un trato de favor a otro periódico, que tal vez no resulta tan molesto al gobierno socialista de Barakaldo. Si la intención de la Alcaldía fabril es tapar la boca al periodista y al periódico, desde su máximo responsable, Tontxu Rodríguez, hasta el último asesor de prensa deben saber que DEIA va a seguir informando a los ciudadanos desde el más absoluto respeto a la verdad, pese a que para ello tenga que pasar por encima de las presiones y los vetos de quienes puedan temer este ejercicio profesional. Mal estaría realizando su trabajo un medio de comunicación, y flaco favor le haría a la sociedad a la que sirve, si tuviera que callar aquellas informaciones que les resultan incómodas a los gestores de los recursos públicos. Si el Gobierno de Barakaldo tiene algo que decir, que hable. Si no, habrá que convenir en que quien calla, otorga. Y en que quien veta, se acusa.