LA visualización del acuerdo presupuestario entre PSE y PP que protagonizaron ayer Patxi López y Antonio Basagoiti es también la imagen de obligado cumplimiento a la que ambos partidos se abocaron con el acuerdo de sociedad preferencial que llevó al primero a Ajuria Enea aun contrariando a la expresión mayoritaria de la sociedad vasca en las últimas elecciones y pese a que ambos son conscientes de que el verdadero peso de la balanza en la negociación presupuestaria se inclina hacia otro lado. La misma secuencia de los hechos así lo avala. El acuerdo para el apoyo del PNV a las cuentas del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero en Madrid, con sus contrapartidas -blindaje del Concierto, pago de la deuda del IVA de Rover, 85 millones para I+D+i...- y el consiguiente anuncio del acuerdo sobre estabilidad institucional y presupuestaria entre los jeltzales y el PSE en la Comunidad Autónoma Vasca, había obligado al PP a reclamar públicamente la cuota de protagonismo inherente a su condición de socio externo del Gobierno López y a éste a restituir, aunque sólo sea en cuanto a presencia e independientemente de que posea o no méritos que lo justifiquen, la condición de sustento del Ejecutivo de cara a la aprobación de la principal ley que todo Gobierno debe sacar adelante. Uno y otro, por tanto, han hecho de la necesidad, virtud. O de la necesidad, imagen. López, a sabiendas de que los presupuestos del Gobierno vasco van ligados en origen a los de las diputaciones, en las que gobierna el PNV, aun cuando no necesite de los votos jeltzales en el Parlamento Vasco. Basagoiti, con la certeza de que su presencia no pasa del ámbito testimonial aderezada con la venta pública de alguna partida menor en esos 10.315 millones de euros para el próximo año y aun a costa de curarse en salud al reconocer que el presupuesto al que dan su apoyo "no es el que haría el Partido Popular" tras haber criticado profusamente en las últimas semanas la política económica del equipo de López. Ambos, en todo caso, conscientes de que la gestión política de lo que han venido en denominar "cambio" no sólo no refleja la realidad social de Euskadi, sino que tampoco puede tener traslación a lo económico aunque ello suponga reconocer, no sólo de forma implícita, que la genética del pacto entre ambos únicamente responde a la estrategia diseñada desde Madrid en virtud de la razón de Estado con el solo objetivo de desalojar al nacionalismo vasco. En todo caso, la aprobación de los primeros presupuestos del Gobierno López, así como de las cuentas de Zapatero y el previsible acuerdo en torno a los presupuestos forales, descansan asimismo en una especie de pacto de no agresión entre los ámbitos ideológico y económico que viene a ser la puesta en práctica de aquello de la virtud y la necesidad, es decir, tolerancia y paciencia ante lo que no es, de momento, remediable.