TRAS conocerse el sumario por el que el juez Baltasar Garzón ordenó las detenciones de diez cualificados dirigentes de la autodenominada izquierda aber-tzale y el ingreso en prisión de la mitad de ellos, compuesto por una larga sucesión cronólogica mayormente de citas públicas, ruedas de prensa e informaciones en medios de comunicación sin especificación concreta que lleve a probar el razonamiento de las imputaciones; y tras la multitudinaria respuesta a la manifestación que, convocada por los sindicatos nacionalistas, exigía el respeto de todos los derechos para todas las personas -conculcados en algún momento de la marcha por las increpaciones a los dirigentes del PNV presentes- la revelación pública de la iniciativa Gakoa (la clave) elaborada por conocidos militantes de esa misma izquierda abertzale confirma cuando menos que el debate sobre la lucha armada ha alcanzado unas proporciones y un nivel crítico que no se habían conocido hasta ahora en el entorno radical. Que un amplio número de militantes estén detrás de una iniciativa que considera a la violencia un impedimento para la consecución de los objetivos políticos porque "deja sin fuerzas la lucha institucional y la lucha de masas como instrumento para la construcción nacional" no es una novedad en sí misma por cuanto refleja posicionamientos que ya habían hecho públicos históricos militantes de ETA, pero revela que el profundo malestar de buena parte de las bases con la tutela de la organización armada se ha convertido en una corriente que la propia ETA no ha logrado silenciar pese a que la iniciativa se haya tenido que debatir internamente casi desde la clandestinidad. Es decir, el debate, muy crítico respecto a la violencia, existe dentro de la misma estructura política de la ilegalizada Batasuna y ello parece abundar en la tesis de que los dirigentes detenidos por orden del juez Garzón estarían cuando menos analizando esas vías antes de dar forma a lo que la propia izquierda abertzale radical ha definido como una "iniciativa de gran calado" a hacerse pública en los próximos meses. Cierto es que las reflexiones y vías alternativas a la violencia abiertas en Batasuna y su entorno han sido siempre coartadas, impedidas y abortadas por ETA y que esa sucesión histórica de decepciones ha llevado a la sociedad al desánimo y la total desconfianza; pero parece innegable que hoy cualquier análisis y estrategia mínimamente realista por parte de ese sector de la izquierda abertzale está obligado a incluir el fin de la actividad armada si no como exigencia nítida, sí al menos como premisa imprescindible para el desarrollo de sus objetivos políticos. El problema radica en que, salvo a través de una ruptura que incluye el riesgo de un encarnizamiento del conflicto, dicha premisa imprescindible es al tiempo imposible sin la aquiescencia de quienes se aferran a esquemas que además de trágicos se han demostrado inútiles. Y en esto surge Garzón.