A Mariano Alameda le ocurrió en el año 1997 lo mismo que sufrieron Fran Perea, Jesús Castro o Miguel Ángel Silvestre, pero con la diferencia de ser el primero. El primer actor adolescente que excitó a hordas de cachondos y cachondas púberes de todo el Estado tras alzarse como protagonista de la serie del momento. Porque Al salir de clase, que ahora nos evoca a un mal sueño de juventud, fue sin duda la producción del momento. El serial que todos y todas veíamos al llegar del colegio o del instituto, o antes de ir a la piscina durante los meses de verano. Una producción 100% castiza, como bien indicamos hace unas semanas, con un reparto muy coral que sirvió de cantera a un gran número de jóvenes actores y actrices, como Elsa Pataky, Alejo Sauras, Carmen Morales, Cristina Castaño, Leticia Dolera, Pilar López de Ayala o Hugo Silva, muchos de ellos ya padres y madres en la vida real de entonces, aunque siempre interpretaron a alumnos de cuarto de la ESO.

Y, por supuesto, al propio Mariano, conocido (y deseado) por toda una generación durante años como Íñigo Vidal (con tilde). Un artista, eso sí, que no supo marcarse un Pataky ni aprovechar tampoco el filón de la ficción. De hecho, bien pronto se percató de que la televisión y la fama le hacían “muy infeliz”. “Te das cuenta de que el anonimato es un placer y de que, cuando lo pierdes, lo echas muchísimo de menos”, llegó a exclamar en su momento. Por ello, el madrileño también licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (Alejandro Amenábar, compañero de promoción, fue quien le animó a ser actor) poco a poco se fue alejando de la pequeña y de la gran pantalla.

Tanto es así que desde hace años dedica su vida profesional a la práctica del yoga. Hombre templado y manso, gestiona un reconocido centro en el corazón de Madrid desde hace un par de lustros. Y además, ha debutado como escritor con el libro ilustrado Las enseñanzas del perro zen. ¡Las vueltas que da la vida!