Cualquiera de ellos es un peligro mortal, pero al mismo tiempo también pueden ser nuestros aliados, volviéndonos más fuertes y longevos.

Durante siglos, las terapias de calor han sido parte de grandes culturas y civilizaciones, como el caldarium romano, el baño turco, la terapia waon japonesa, la banya rusa, la sauna infrarroja (la más actual) y la popular sauna finlandesa. En todas ellas el denominador común es el calor.

Aunque en sus orígenes estos tratamientos eran empleados principalmente con objetivos de placer y relajación, en la última década la evidencia científica ha demostrado que pueden tener numerosos beneficios, tanto en el tratamiento y prevención de ciertas patologías como en el aumento de la longevidad.

La sauna produce una respuesta fisiológica similar al ejercicio físico de intensidad moderada, como puede ser andar rápido. Por ejemplo, en una sesión de sauna la frecuencia cardiaca puede llegar a 120-150 pulsaciones/minuto. De esta forma, puede resultar una interesante mimetizadora del ejercicio físico, muy útil para las personas con dificultades para realizar actividad física a diario.

Por otro lado, el efecto de la sauna es sinérgico con la actividad física: ambas piezas, usadas con sabiduría, pueden mejorar nuestro rendimiento físico y recuperación. Y los beneficios de la sauna sobre nuestra salud general van más allá. Veamos cinco de ellos:

La sauna es una gran herramienta para mejorar la salud cardiovascular. Como mimetizador del ejercicio físico puede tener un efecto positivo sobre la presión arterial. Por otro lado, reduce el riesgo de infarto de miocardio y de muerte súbita, al mejorar algunos marcadores cardiovasculares y aumentar los niveles de óxido nítrico, una sustancia con efecto vasodilatador.

También puede ser interesante para prevenir y enfrentar la diabetes. La sauna no solo vuelve más flexibles las vías por las que circula nuestra sangre, sino que también mejora su calidad al reducir la inflamación crónica de bajo grado. Así mismo, reduce la cantidad de viajeros que circulan por ellas, al mejorar nuestra sensibilidad a la insulina. De esta forma se ven beneficios sobre los niveles de glucosa y lípidos en plasma (colesterol, y LDL en personas que la usan habitualmente). Unas vías cuidadas son clave contra gran parte de las enfermedades crónicas modernas. A nadie le gustan los atascos, a tu cuerpo tampoco.

Puede llegar a ser el mejor arma para enfrentar los tóxicos ambientales. A día de hoy, grandes cantidades de compuestos químicos sintéticos o naturales, algunos de ellos tóxicos, se encuentran en el aire o en una amplia cantidad de materiales a nuestro alrededor, como el aluminio en los desodorantes y utensilios de cocina, el cadmio de los escapes de automóviles o el mercurio de las amalgamas dentales y presente en la mayoría de peces de gran tamaño. Aunque su seguridad a corto plazo a dosis controladas está muy estudiada, nuestra exposición a ellos es cada vez mayor, y los efectos de algunos de ellos a largo plazo son cada vez más conocidos.

Si reconocemos que no siempre es posible limitar la exposición a estos compuestos, y que existen exposiciones superiores a los umbrales de seguridad establecidos, explorar intervenciones para eliminar estos tóxicos parece lógico.

Es aquí donde el calor, mejor dicho, el sudor, entra en escena. Los niveles de excreción por sudoración de xenobióticos, como el bisfenol A y ftalatos, y metales tóxicos como el arsénico, cadmio, plomo y mercurio, reportan tasas que coinciden o exceden en muchos casos las tasas obtenidas por vías urinarias. 

Se han visto beneficios en el uso de la sauna en la eliminación de otro tipo de tóxicos como en los casos de trabajadores expuestos a tóxicos lipofílicos (por ejemplo, disolventes orgánicos) y expuestos a compuestos químicos como metanfetaminas. A más exposición más necesidad de sudar.

En casos de inactividad y riesgo de atrofia muscular. Los tratamientos con calor pueden ser muy interesantes para mitigar esta pérdida de tejido muscular, debido a que aumentan las proteínas de choque térmico con efecto protector sobre el músculo.

Puede ser la mejor opción para aclimatarnos al posible aumento de temperaturas. Sabemos que en 2003, en Europa, la mayor ola de calor registrada desde 1540 dio como resultado la muerte de al menos 30.000 personas, siendo la población mayor la más golpeada. Las previsiones para el futuro parecen más sombrías. Ante este problema el ser humano tiene dos opciones: aislarse del calor manteniéndose en interiores, usando el aire acondicionado, etc., o aclimatarse a un mundo más caliente.