Las minorías étnicas en el Reino Unido, en particular la musulmana, viven con miedo ante la violencia instigada por grupos de extrema derecha en ciudades británicas, lo que ha obligado a reforzar la seguridad de las mezquitas y recomendar a algunos sectores que no viajen solos, sino que lo hagan en grupo.

“Esta violencia, violencia racial, no surge de la nada. Ha estado construyéndose durante al menos un par de décadas”, dice Raheel Mohammed, fundador de Maslaha, una organización que lucha contra la discriminación de la comunidad musulamana en Londres.

Mohammed, en su lucha ante esa desigualdad, opina que “es una combinación de una legislación y política racistas, deshumanización mediática y la retórica de políticos”, que ante un suceso traumático el racismo brota como excusa.

El pasado 30 de julio, tres niñas fueron asesinadas en la localidad británica de Southport, y otra decena atacadas por un joven galés de 17 años, Alex Rudakubana, de padres ruandeses, acusado de intento de asesinato. Los grupos de ultraderecha divulgaron información falsa en las redes sociales afirmando que Radukubana era solicitante de asilo y cruzó el Canal de la Mancha.

La llegada de migrantes a las costas británicas fue reciente baza electoral, con el controvertido plan Ruanda, diseñado para impedir el desembarco de pateras al enviar a ese país a solicitantes de asilo (tras un acuerdo con ese país), o la retórica del político populista Nigel Farage, líder del partido Reform UK.

Afganistán, Irán, Eritrea, o Sudán son algunos de los países de origen que sirven a los ultras para crear su propio perfil: tez morena y de religión musulmana.

“La gente se siente asustada (...) colegas musulmanes deciden no ir al centro de la ciudad”, afirma Mohammed, aunque donde ellos viven no haya habido violencia. “El miedo se ha extendido ahora”, categoriza.

Viajar en grupos

A trabajadores del Sistema de Salud Pública (NHS), donde las minorías étnicas son clave para su funcionamiento, se les recomienda “viajar en grupos cuando sea posible y permanezcan vigilantes en sus desplazamientos”. “La gente siente que si vas por la calle y eres visiblemente no blanco, alguien de color... hemos visto vídeos en los que si no eres blanco, te atacan”, dice Mohammed, o incluso representantes legales de inmigrantes son amenazados mediante mensajes en línea.

Frases como “No es inmigración, no son solicitantes de asilo, es una invasión” inundan las redes sociales de diversas organizaciones supremacistas británicas, como The British Patriotic Alliance. El nivel de violencia de internet se traslada a las calles a un punto que ha llevado a la ministra de Interior británica, Yvette Cooper, a reforzar la seguridad en las mezquitas de todo el país.

Después de una semana de violencia en las calles, la respuesta del Gobierno y autoridades se percibe ambigua.

“Creo que Keir Starmer –primer ministro británico– no ha sido lo suficientemente severo”, afirma la prestigiosa académica independiente Zoe Gardner.

Echa en falta esta expertas que no se combata “el racismo y el odio al inmigrante que ha germinado en la sociedad británica durante muchos años, en los medios y espectros político, plegados a la narrativa anti-migratoria”.

A las medidas de austeridad aplicadas desde hace unos años le siguió la narrativa de convertir a los inmigrantes “en chivos expiatorios de la insuficiencia en (la atención de) los servicios públicos y apoyo a nuestras comunidades en el Reino Unido”, indica Gardner.

Los grupos de ultraderecha “se han organizado, saliendo, difundiendo folletos, mentiras y racismo en nuestras comunidades y preparándose para oportunidades como esta”, explica la experta, para quien es un “claro fracaso” no haberles tomado en serio.