ES lo que empezaron a preguntarse frenéticamente los demócratas a pocos minutos de empezar el debate presidencial entre el presidente, Joe Biden, y el expresidente Donald Trump: la senilidad ya mostrada por Biden en sus tres años y medio de presidente, ponía a Trump en la mejor luz posible.
El debate, celebrado el pasado jueves, es el más temprano en la historia electoral norteamericana, pues lo habitual es que la campaña comience oficialmente en septiembre. Este año, el propio Biden insistió en adelantarlo todo y nos encontramos a cuatro meses de las elecciones en un panorama totalmente nuevo.
No se trata solo de que ambos candidatos sean los más ancianos en la historia del país, uno con 78 y otro con 81 años, sino que Biden da muestras de llevar mal su edad.
Una reacción entre muchos demócratas es que Biden no puede seguir en la carrera electoral y hay que buscarle un substituto. No hay mucho tiempo, pero todavía es posible porque la Convención Electoral, en que se acepta oficialmente la candidatura, no será hasta el mes de agosto.
Para quienes hemos señalado la senilidad de Biden desde las elecciones anteriores, la única sorpresa fue la desesperación causada por el actual presidente en las filas demócratas, que han tenido años para observarlo tropezar, caerse, perder el hilo de sus frases y balbucear de manera ininteligible.
Entre los seguidores más fieles, dominó la disciplina partidista por encima de la evidencia… hasta ahora. Pero incluso después del debate, en los comentarios de simpatizantes decepcionados y de expertos políticos de su propio partido, es fácil encontrar demócratas convencidos que encuentran algo bueno en la catastrófica noche del pasado jueves.
Señalan, por ejemplo, que Biden tuvo momentos de lucidez en la última parte del debate y que, a pesar de todos sus problemas, es mucho mejor que su rival Donald Trump.
Entre los republicanos, los ánimos son muy diferentes. Por una parte, se alegraron de que Trump exhibiera un autocontrol desconocido en sus años de candidato y presidente, pero lamentan la posibilidad de que su rival cambie por alguien con mejor presencia y capacidad de actuar y debatir. Es duro perder la ventaja de tener un rival con los problemas de Biden.
La reacción del presidente demócrata ha ido en sentido contrario: ha fulminado a sus críticos y está dejando bien claro que no piensa retirarse de la carrera, probablemente convencido de que los problemas legales de Trump serán suficientes como para compensar las deficiencias que la edad le ha impuesto.
Ya durante el debate, Biden atacó a su rival por ser un “delincuente convicto”, algo que tal vez le sirva de poco si la sentencia contra el expresidente queda anulada en la apelación ya presentada por sus abogados, entre otras cosas porque no hubo voto unánime del jurado, sino que los jurados lo consideraron culpable de cargos diferentes.
Biden también confía en que a Trump lo condenen por incitar las protestas y la invasión del Capitolio el 6 de enero de 2021, pero los republicanos esperan impacientes la sentencia de este lunes, cuando el Supremo anunciará si los presidentes gozan de inmunidad por la gestión realizada durante su mandato.
Las esperanzas demócratas se ven también reducidas por otra reciente decisión de los mismos magistrados, favorable a los manifestantes de hace casi cuatro años: consideraron la acusación era impropia, que los acusados fueron juzgados y condenados bajo códigos inapropiados con sentencias son mucho mayores. El secretario de Justicia ya anunció una revisión de las condenas y es probable que muchos estén pronto en la calle y en las urnas.
Ante el creciente apoyo republicano por Trump, parece que la mejor esperanza demócrata es un nuevo candidato, que podrían encontrar sin grandes dificultades al frente del gobierno de algunos estados.
Biden prometió hace cuatro años que no se presentaría a la reelección, pero si se aferra al Despecho Oval, los demócratas podrían apelar a la enmienda 25 de la Constitución, que aleja del poder a quienes no tienen las facultades para ejercerlo.