Amedio año escaso de las elecciones norteamericanas, el ex y aspirante y posible fututo presidente de Estados Unidos está ya sentando las bases de lo que sería su nueva etapa de gobierno, que de momento se centra en el alud de inmigrantes que han entrado en el país en los tres años y medio desde que tuvo que abandonar la Casa Blanca.

Los asesores de Trump están trabajando para establecer programas que corten de inmediato el flujo de personas que llegan ilegalmente a Estados Unidos, además de expulsar a muchos de quienes llegaron en los últimos años, aunque esto último puede resultar más difícil debido a varias medidas de protección que les brindó el presidente Biden.

Trump podría negociar acuerdos con países del hemisferio, posiblemente con Panamá, para que acojan a inmigrantes que Estados Unidos expulse y algunos expertos señalan que podría seguir en parte el modelo del Reino Unido, que envió a Ruanda a quienes llegaron a su país sin el correspondiente permiso.

La situación en Estados Unidos es muy diferente de la británica, pues las empresas norteamericanas necesitan desesperadamente mano de obra y la llegada de tantos inmigrantes les es muy favorable, en buena parte porque, debido a lo irregular de su situación, aceptan salarios más bajos y no tienen protección sindical.

Esta es una de las cuestiones que probablemente más favorece a Trump con su base populista, pero que seguramente le aleja de grupos empresariales, que necesitan mano de obra abundante y barata. Debido a esta atracción populista, Trump y su equipo se centran en estos momentos en divulgar sus planes para controlar la inmigración: a pesar de sus ventajas macro-económicas, constituye un punto muy favorable para atraer votos conservadores a la campaña del millonario neoyorquino.

Aumento de aranceles

Pero hay también otros puntos que también querrá llevar a la práctica de forma casi inmediata, aunque tal vez habrá más querer que poder.

Un proyecto sería eliminar la garantía de empleo de los funcionarios, cuya enemistad por el expresidente es bien conocida y a quien Trump considera algo así como un “estado dentro del estado”. Otro sería aumentar los aranceles, especialmente de las importaciones chinas.

Ambas cosas serían difíciles: en el caso de los funcionarios debido a la serie de protecciones de que disfrutan y que tan solo podrían eliminarse tras un largo proceso que podría superar el término presidencial de Trump. En cuanto a los aranceles, probablemente la medida sería de aplicación mucho más fácil, pero las consecuencias internacionales son de momento imprevisibles y tal vez hagan difícil o imposible mantener el proyecto.

La lista de Trump es larga y en buena medida un retorno a lo que fue su anterior mandato, en que eliminó cientos de normativas para agilizar la economía. Si algunas de sus promesas se pondrían en práctica rápidamente, es probable que una gran parte siga el camino de tantos proyectos electorales que chocan con la realidad y con los intereses existentes para quedar en el capítulo de las aspiraciones.

Sobre todo porque, a pesar de las encuestas negativas para su rival Biden, el actual presidente todavía podría ganar sin grandes dificultades gracias al apoyo de algunos estados del centro del país que, por el momento, se mantienen fieles al Partido Demócrata.