Un juzgado de primera instancia de Oslo abrió este lunes el juicio por la demanda del ultraderechista Anders Behring Breivik contra el Estado por el régimen carcelario al que está sometido a causa de la condena por los atentados de julio de 2011 en ese país, en los que murieron 77 personas.

La defensa sostiene que el régimen de aislamiento al que está sometido viola las convenciones de derechos humanos y que Breivik se ha vuelto dependiente de los antidepresivos y ha mostrado tendencias suicidas.

"El tribunal debe poner el freno y admitir que debe haber un equilibrio entre la seguridad y los derechos del individuo", dijo su abogado, ystein Storrvik, en el inicio del proceso, que se desarrollará esta semana en un gimnasio del penal de Ringerike, donde el reo está internado desde hace dos años.

Breivik goza de un amplio espacio, con varias celdas en dos plantas para diversas actividades, comedor, un cuarto con televisión y videojuegos y se le ha permitido tener un periquito, pero su contacto con otras personas está restringido, al igual que el intercambio postal.

"Puede tener contacto cada día con los agentes de prisiones, pero no puede construir relaciones humanas. Nos parece inhumano y una violación de los mínimos de la convención de derechos humanos", afirmó Storrvik.

La Fiscalía sostiene en su alegato que no existe tal violación y resalta las mejoras introducidas en los últimos años para aliviar el régimen de aislamiento, además de asegurar que Breivik no se ha mostrado receptivo a la rehabilitación.

El juicio se celebra bajo severas medidas de seguridad y con amplias restricciones, ya que por orden del tribunal sólo se podrá ver el inicio y el fin del proceso, y no las intervenciones de Breivik.

El recluso, que hace años cambió su nombre por el de Fjotolf Hansen, no hizo ningún saludo nazi ni exhibió ninguna pancarta al entrar en el recinto, a diferencia de en otros juicios, informó la televisión pública NRK.

El ultra noruego ya había presentado una demanda similar hace más de un lustro, pero aunque el fallo inicial sí admitió violaciones de los derechos humanos, fue revocado luego por una corte de apelación y, en última instancia, por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Y también recurrió a los tribunales en 2021 para pedir libertad condicional al cumplirse diez años de su condena, pero la demanda fue rechazada al considerar que existe un riesgo significativo de que el extremista pudiera reincidir en caso de ser liberado, a pesar de que en el juicio se distanció de la violencia.

Breivik fue condenado a 21 años de prisión, castigo máximo fijado entonces por las leyes noruegas y figura que puede equivaler a una cadena perpetua, ya que se puede prorrogar de forma ilimitada, aunque el reo tiene derecho a que su condena sea revisada de forma periódica.