APENAS dos días después de ser anexionada por Rusia, Limán, uno de los territorios ucranianos que parecían haber cambiado de país ha vuelto al control de Kiev, que pudo imponerse militarmente a las tropas rusas en encarnizadas luchas en este territorio.

En las guerras se miente mucho –o se aprecian las cosas de diferente manera según sean las partes– pero por lo que respecta a e este caso no parece haber grandes dudas porque los propios mandos militares rusos dijeron que habían tenido que ceder territorio y que sus tropas se veían amenazadas por el Ejército ucraniano.

Lo cual no significa necesariamente un revés irreversible para las fuerzas de Moscú, pues en todas las guerras hay movimientos que cambian la situación, como en su día ocurrió cuando las tropas rusas ocuparon esta región que hora, por lo menos de momento, han vuelto a perder.

Lo que sí es cierto es que Rusia ha sufrido un revés porque el territorio que ha perdido está precisamente en una de las zonas que, según el Kremlin, ha dejado de ser Ucrania para entrar en Rusia, que se apropió de cinco zonas ucranianas. De esta forma, no es ya que Rusia haya sufrido un revés en territorio ucraniano, es que ha perdido lo que Moscú considera territorio propio, por nuevo que sea tal territorio.

Los ucranianos probablemente tratarán de enarbolar este éxito militar para conseguir más apoyo militar y, sobre todo, para convencer a sus aliados occidentales que les conviene tener a Ucrania como aliado permanente, tan permanente que la incluyan en su club. Es decir, que le permitan entrar en la OTAN, con las garantías militares que representa, y más adelante en la Unión Europea.

Esto seguramente será más, mucho más, difícil que enfrentarse a Rusia. Los países occidentales difícilmente aceptarán los costos, económicos y militares, de semejante ampliación de la OTAN. Y aquí, los más reacios serán los europeos, porque Estados Unidos parece estar filtrando con semejante idea desde hace ya mucho tiempo.

Hace nada menos que 23 años, cuando en 1998 el ya anciano funcionario norteamericano George Kennan, principal arquitecto de la Guerra Fría y promotor del conocido como Plan Marshall que ayudó a Europa a recuperarse de los estragos sufridos por la Segunda Guerra Mundial, advirtió que la expansión europea y norteamericana hacia el Este tenía sus límites y que Rusia, que había perdido su control sobre los países del Pacto de Varsovia, no permitiría que la expansión hacia el Este continuara.

Los hechos le dieron la razón cuando Rusia cercenó las veleidades democráticas de Georgia y se anexionó Crimea, que había formado parte de Ucrania. El empeño norteamericano por seguir presionando hacia el Este, que había comenzado con el republicano George Bush, siguió con el demócrata Obama y otro tanto hace su otrora vicepresidente Joe Biden, ahora el primer mandatario del país.

El presidente Trump hizo una pausa y dijo que a Washington le convendría tener una relación mejor con Rusia, pero aunque este comentario se parecía al que unos años antes había hecho la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton al sugerir un replanteamiento de la relación con Moscú, a Trump le acusaron de contubernio con Moscú para pagar una deuda de apoyo electoral. Una investigación, lanzada con el fin de debilitarlo, pues no se pudo hallar prueba alguna de semejante colaboración con Rusia.

Liderazgo estadounidense

Estados Unidos es el líder de la Alianza Atlántica, y Europa, en general, ha tenido una voz limitada en las decisiones de la OTAN. Pero en este caso tal vez tenga una función algo mayor: sus intereses se hallan afectados directamente, tanto en el terreno militar como el económico.

Por propia experiencia, los europeos saben que el Ejército ruso es grande y puede sacar recursos cuando parece estar totalmente agotado. Además, el apoyo europeo hacia Ucrania es frágil, especialmente si les ha de costar vidas y dinero: ni los países europeos quieren verse envueltos en una guerra, ni Washington es un aliado fiable.

Ni aquí ni en ningún otro lugar olvidan la salida apresurada de los norteamericanos de Vietnam y, recientemente, la marcha de Afganistán.

¿Y qué decir de la confusión en torno al petróleo del Mar del Norte? Naturalmente, no están desligados de la guerra de Ucrania.

De momento, lo único común al responder a estos ataques es: “Yo no he sido”.

Lo entonan los rusos, con la alegación de que no tiene sentido destruir los oleoductos que llevan su petróleo. Lo dice Polonia, que saldría perjudicada y lo dice Estados Unidos, que tiene una defensa más difícil: si los oleoductos dejan de funcionar, Washington podrá seguir vendiendo el gas licuado que desde hace tanto tiempo quiere llevar a los mercados mundiales.

Lo cierto es que los daños en los oleoductos parecen provocados: los sismólogos registraron actividad, pero no la habitual. Por otra parte, tan difícil no es: submarinos o drones pueden causar estos daños. Y todos tienen los medios de actuar.

Más difícil es repararlos, de forma que parecería ser mas útil a Estados Unidos que a Rusia, porque el petróleo que allí había era ruso. Pero la manera de pensar del Kremlin no es la nuestra y vete a saber, podemos recordar aquello de que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Y lo mismo se puede decir de Polonia, o de cualquier otro país en el que nadie ha pensado por ahora. Entre tanto, hay miedo entre otros exportadores, como Noruega, que ha empezado ya a enviar su petróleo por otros oleoductos que teme puedan ser víctimas del mismo atacante.

Destruir estos oleoductos no es empresa fácil: son muy gruesos y con todo tipo de protecciones, pero como la Armada Invencible, que Felipe II no envió para luchar contra los elementos sino contra otros navíos, en este caso ocurre lo mismo pero al revés, que no son los elementos naturales sino los humanos. Al revés, pero lo mismo, que nada se puede prever, y menos aún durante una guerra.

Entre tanto, el mundo que esperaba una recuperación económica y una etapa de mejoras tras la pandemia se enfrenta a nuevas dificultades con estas tensiones, tanto militares como económicas: las bolsas se van derrumbando, países como el Reino Unido se hallan en medio de una crisis financiera añadida a sus tensiones políticas y el gran índice bursátil, que es el Dow Jones, lleva ya una temporada de pérdidas y se anuncian nuevas caídas en picado.

Al final, es probable que se repita lo de otras crisis en que algunos salieron renovados y otros no pudieron superarlas. La noria seguirá girando, pero con actores tal vez diferentes y con lecciones teóricamente aprendidas… que servirán de poco en la siguiente crisis, con actores y condicionantes nuevos.