Argel. El reciente ataque terrorista contra la planta de gas argelina de In Amenas ha dejado de nuevo al descubierto la porosidad de las fronteras del África noroccidental, donde se mueven con total libertad grupos armados y traficantes de drogas, armas y personas. "Los asaltantes salieron hace dos meses de la ciudad de Aguelhok, en el norte de Malí, se desplazaron a Níger, se reagruparon en Libia y después lanzaron su ataque", anunció el pasado lunes el primer ministro argelino, Abdelmalek Selal, para describir el viaje de miles de kilómetros que recorrieron los terroristas a lo largo de cuatro países antes de dar el golpe.

A pesar de que Argelia cerró hace un mes la frontera con Malí y de que ha desplegado refuerzos para mejorar su control, Selal reconoció que es una zona difícil de vigilar. "Hace falta al menos dos veces la OTAN para eso", señaló. La impotencia que se desprende de las palabras de Selal es la misma que muestran los responsables de la mayoría de países de la región, como Túnez, Libia o Níger.

Analistas y políticos coinciden en señalar la caída del régimen de Muamar al Gadafi en 2011, el desmoronamiento de sus instituciones y la proliferación incontrolada de armas en Libia como el origen del reciente deterioro de una situación ya de por sí delicada. En Túnez y en Argelia se han interceptado importantes alijos de armas procedentes de los antiguos depósitos de Gadafi y los rebeldes tuareg y salafistas que se hicieron con el control del norte de Malí en marzo del año pasado nutrieron sus arsenales con armamento libio.

Un dirigente del partido opositor tunecino Nidá Tunis, Lazar Akremi, reconoce que "Túnez se ha convertido en un pasillo por donde circulan armas" de Libia. "Necesitamos ayuda de Europa para restablecer la seguridad fronteriza, sobre todo con Libia, cuyas dificultades en reestructurar el Estado anima a muchos clanes mafiosos al comercio ilegal con sus iguales libios", indica un responsable del partido tunecino en el Gobierno, Al Nahda, quien apunta a la falta de material como una de las principales carencias del país.

Deterioro Ante la gravedad de la situación, Libia, Argelia y Túnez firmaron en la ciudad libia de Gadamés, cuatro días antes del ataque terrorista de In Amenas, un acuerdo de coordinación en materia de seguridad de fronteras y de lucha antiterrorista, contra el narcotráfico y el crimen organizado. Los primeros ministros de los tres países manifestaron entonces que la situación en Malí se había "deteriorado" de tal manera que podría tener consecuencias para la seguridad y la estabilidad de la región.

El pasado noviembre, el presidente de Níger, Mahamadou Issoufou, tampoco ocultaba las dificultades para controlar las fronteras. "Necesitamos reforzar nuestras capacidades de inteligencia y los medios aéreos. Y reforzar también nuestras fuerzas terrestres. Necesitamos que nuestros amigos nos sigan ayudando en esos tres planos", declaró. En Níger, la UE, preocupada por las implicaciones que el deterioro de la situación pueda tener para su propia seguridad, lanzó en agosto una misión para luchar contra la delincuencia organizada y el terrorismo en el Sahel (EUCAP), que nació con intención de extenderse a otros países.

"Muchas fronteras no son físicas, es decir, que son casi imaginarias, porque es solamente una línea sobre la arena, lo que hace que nadie sepa dónde se encuentra", asegura Francisco Espinosa, jefe de la EUCAP en relación a las fronteras nigerinas. Una afirmación que podría aplicarse a prácticamente todas las demarcaciones fronterizas desde Marruecos hasta Libia y desde Túnez hasta Nigeria, donde el tráfico de drogas, armas y personas es moneda de cambio casi diaria. "La amenaza yihadista no solo es para la región sino también para la Unión Europea", advirtió recientemente el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz.