Bilbao

HAN hecho falta 15 años para que Serbia se disculpe por no haber hecho "todo lo posible" para evitar que sus tropas asesinaran en julio de 1995 a cerca de 8.000 musulmanes en sólo cinco días. Un perdón "oportunista" e insuficiente que obvia la palabra genocidio y la responsabilidad directa del Estado.

Como cada año desde 2004, más de 4.000 ciudadanos de Bosnia-Herzegovina y participantes internacionales de todo el mundo llegaban ayer caminando hasta Srebrenica en la Marcha de la Paz para rendir culto a las miles de víctimas enterradas bajo el inmenso campo de lápidas del cementerio memorial de Potocari.

La Marcha de tres días que recorre los 110 kilómetros desde la localidad de Nezuk es un homenaje a esos hombres que, tras la caída del enclave seguro de Srebrenica, atravesaron montañas y bosques en la oscuridad de la noche -escapando de los serbios que salían a cazarlos- para intentar alcanzar las líneas amigas del Ejército bosnio y poder salvarse de la muerte. Algunos que lo consiguieron, y sobrevivieron a la guerra, recuerdan hoy con sus testimonios la experiencia de su huida desesperada a los caminantes.

En una orgía de sangre, más de 8.000 hombres y jóvenes musulmanes de entre 14 y 65 años fueron masacrados sin ningún miramiento en sólo cinco días por las fuerzas serbias en uno de los más violentos episodios de la historia europea. Y como cada año, más de 500 restos de cuerpos identificados serán enterrados en Potocari, junto a las 8.400 lápidas que se levantan en este campo de muerte, aumentando la larga lista de nombres clavados en el corazón y en una memoria que duele de forma indescriptible.

Emir Suljagic, uno de los pocos que pudieron sobrevivir a esta masacre, gracias a que trabajaba como traductor para los cascos azules en Srebrenica, cuenta al inicio de su libro Postales desde Srebrenica: "He sobrevivido. Podría ser cualquiera, Muhamed, Ibrahim, Isak, no importa. Yo he sobrevivido, muchos otros no. He sobrevivido del mismo modo que ellos murieron. Entre mi supervivencia y su muerte no hay mucha diferencia, porque permanezco vivo en un mundo marcado para siempre, indeleblemente, por su muerte."

Las preguntas siguen sin respuesta y el dolor del alma de las mujeres se ahoga con antidepresivos. "¿Porqué los mataron? ¿Cómo murieron? ¿Quiénes les asesinaron? ¿Dónde están sus huesos? Son preguntas que atormentan a miles de madres, esposas, hijas, hermanas y abuelas. Mujeres que durante 15 años no han podido dormir en paz desde el momento en que fueron separadas de sus hombres junto a la fábrica de baterías de vehículos donde, se supone, el contingente holandés de la ONU les mantenía protegidos. Se despidieron de ellos sabiendo que eran entregados a los soldados serbios. Éstos les ejecutarían en escuelas, instalaciones deportivas y bosques cercanos. Nunca más volvieron a verlos.

La organización Madres de Srebrenica lleva años luchando para que se den respuestas a estas eternas preguntas, y para que los criminales paguen sus crímenes, pero mientras no tengan evidencias de que sus seres queridos están muertos, porque sus cuerpos no han aparecido o no han sido identificados, en ellas sobrevive la esperanza de un milagro, de que un día vuelvan a casa.

La Comisión Internacional de Personas Desaparecidas ha realizado desde 2001 más de 13.000 pruebas de ADN a restos de cadáveres hallados en cientos de fosas comunes en Bosnia-Herzegovina para identificarlos. De ellos, en torno a 6.500 corresponden a personas que desaparecieron tras la caída de Srebrenica, según este organismo. Pero la identificación no siempre es posible, en unos casos los restos no son suficientes o no se puede determinar con exactitud a qué miembro de la familia pertenecen. A Rajka le dijeron que habían identificado a uno sus hijos, pero no podían decirle cuál de los dos era porque entre ellos sólo había tres años de diferencia en la edad. A su marido le identificaron gracias a un único hueso, recuperado de una gran fosa común. Casos como éste son comunes y suponen un dolor añadido para las mujeres porque, como en el caso de Rajka, no saben a quién entierran o no pueden dar sepultura a un sólo trozo de hueso.

Cientos de fosas comunes fueron removidas con excavadoras por los serbobosnios y trasladadas en camiones a otros enclaves tras la guerra para evitar que se encontraran, por lo que muchos restos están separados y mezclados en diferentes fosas.

Antes de que existieran las pruebas de ADN como medio para realizar las identificaciones de los restos óseos en fosas comunes, sólo se contaba con el Libro de pertenencias, dos álbumes de fotografías publicadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en las que se mostraban los artículos hallados junto a los restos de las víctimas. Algunas familias pudieron identificar así a sus familiares, pero miles de cuerpos exhumados quedaron sin identificar, y otros más siguen sin ser hallados.

Las dos serbias A finales de marzo, el Parlamento de Belgrado hizo pública una disculpa condenando la matanza de Srebrenica en los términos recogidos por la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, es decir, que fue un genocidio en el que Serbia no tuvo responsabilidad directa. Esta declaración, surgida tras trece horas de acalorado debate, fue aprobada por 127 de los 250 diputados, y en contra de 21 representantes. La no participación en el aforo del los partidos ultranacionalistas fue una decisión que dejó a la vista la persistente división entre las dos serbias. El gobernante Partido Democrático cree que esta resolución servirá de alguna manera a la reconstrucción de la imagen de Serbia en el camino a su entrada en la Unión Europea. Sin embargo, para los nacionalistas, el texto reitera lo que consideran una "injusta demonización de los serbios" y creen que cualquier resolución debe denunciar también los delitos cometidos por bosnios y croatas durante la guerra de 1992-95

Sentencias en la Haya De momento, sólo tres personas han sido condenadas por genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia por los crímenes de Srebrenica y Zepa en 1995. El pasado 10 de junio, los oficiales del Ejército serbobosnio (VRS, Vujadin Popovic y Ljubisa Beara fueron condenados a cadena perpetua por su "implicación en el genocidio". Un tercer acusado fue declarado culpable de complicidad en el genocidio y condenado a 35 años de prisión. Otros cuatro fueron condenados a penas de cárcel de cinco a 19 años. Sin embargo, esta sentencia podría modificarse como ocurrió con el caso de Radislav Krstic, cuya condena en 2001 fue reducida a "incitación y colaboración con el genocidio" tras una apelación.

Por su parte, el juicio contra Radovac Karadzic, el ex presidente de la República Srpska (RS) -entidad autónoma serbia de Bosnia-Herzegovina- que se celebra actualmente en La Haya, sigue su curso y busca condenar al ex-líder serbobosnio por genocidio y crímenes de guerra y contra la humanidad. Durante la presentación de su caso ante la corte en marzo, Karadzic calificó de "mito" la cifra de 8.000 hombres musulmanes asesinados en Srebrenica.

También parece ir cerrándose el cerco sobre el ex jefe militar de la RS, Ratko Mladic, después de que su esposa fuera arrestada e interrogada a principios de junio en Belgrado por posesión de armas ilegales. Los familiares de Mladic están preparando una acción legal para que se declare oficialmente muerto al presunto criminal de guerra serbobosnio y así cobrar su pensión y hacer pleno uso de sus propiedades.