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Netanyahu "Bibi" el superviviente

Netanyahu supera su primer año al frente del Gobierno israelí

Netanyahu "Bibi" el supervivienteFoto: Efe

Jerusalén

Benjamín Netanyahu cumplió ayer un año al frente del Gobierno israelí, tiempo en el que ha que ha hecho honor a su fama de superviviente nato driblando a socios y rivales políticos para lograr su principal objetivo: que todo siga igual. "El gran logro de Netanyahu ha sido completar el año", ironiza Yoel Marcus, analista del diario Haaretz, al confesar que lo "pasaría mal" si tuviera que escribir un discurso sobre los éxitos de quien ya llevó las riendas del país entre 1996 y 1999. Netanyahu regresó al poder tras armar una coalición con la extrema derecha, ultra-ortodoxos y laboristas, una vez que Tzipi Livni, la líder de Kadima, el partido más votados en aquellas elecciones, prefirió pasar a la oposición antes que ceder al chantaje del actual ministro de Interior, el ultraortodoxo Eli Yishai, a cambio de formar gobierno.

Bibi, como se le conoce popularmente, recibió un país más pendiente de Gran Hermano que del paralizado proceso de paz y una imagen exterior bajo mínimos por la ofensiva de unos meses antes en Gaza, que dejó 1.400 palestinos muertos. La supervivencia del nuevo Ejecutivo cotizaba a la baja, con un ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, más conocido por sus exabruptos y sus propuestas racistas que por sus dotes diplomáticas, un Partido Laborista al borde de la escisión y una extrema derecha que imponía a Netanyahu gran parte de su agenda política. Tras haber repartido ministerios por doquier (hasta 30), Netanyahu se puso el traje de equilibrista, metió las perspectivas de paz en el congelador y se dedicó a su pasatiempo favorito: ganar tiempo.

"Logra aparecer como un centrista preso de una coalición radical, pese a tratarse de un líder extremista de derechas que está actuando por convicción", explica Menahem Klein, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Bar Ilán. Pero, entonces, apareció Barack Obama, rodeado de asesores que conocían de sobra los trucos de Netanyahu de su primer mandato. El mandatario del histórico aliado de Israel comenzó a presionar, consciente de que la parálisis diplomática en Oriente Medio ayudaba poco a mejorar las relaciones con el mundo árabe y musulmán. El prestidigitador Netanyahu soltó lastre de forma calculada: aceptó a regañadientes la futura existencia de un Estado palestino y cinco meses después decretó una moratoria en la ampliación de asentamientos con tantas reservas que no dejó a nadie boquiabierto.

Pero una enorme torpeza abrió la caja de Pandora. Fue la aprobación el mes pasado de la construcción de 1.600 casas en una colonia judía en Jerusalén Este, en plena visita del vicepresidente estadounidense, Joe Biden. Humillante, insultante... Washington no escatimó adjetivos para mostrar su enfado por una acción que abrió la mayor crisis entre ambos en tres décadas. Sin embargo, su imagen no ha variado en Israel. Sus partidarios siguen viéndole como un líder fuerte, capaz de resistir a Washington, de mantener Jerusalén como la capital "eterna e indivisible" de Israel. Sus detractores le acusan de aislar internacionalmente al país al quemar puentes con países amigos y de poner en peligro la ayuda diplomática y militar de Estados Unidos con tal de mantenerse en el poder.