Akihito, el único emperador
Miles de personas tomaron ayer el centro de Tokio para homenajear al emperador Akihito por el 20 aniversario de su coronación.
AKIHITO , el único emperador del siglo XXI, es un hombre tranquilo, que ha pretendido durante sus dos décadas de reinado responder al apelativo de la era que se inició con su llegada al trono, denominada "heisei" o paz, y al ideograma de su nombre, que significa "benevolente claridad". Al frente del milenario Trono del Crisantemo desde hace veinte años se sitúa el frágil Akihito, el 125 descendiente de la dinastía reinante más antigua del mundo, pero el primero que accedió a la Corona japonesa sin el halo divino de sus predecesores.
Su discreto reinado se ha visto desprovisto de estridencias, como corresponde a un "tenno" (príncipe del cielo) que en sus ratos libres estudia especies piscícolas y humanismo, si bien la época que le ha tocado regir, desde 1989 a 2009, ha sido de aguas turbulentas para su país, Japón, y para el mundo.
En una rueda de prensa con motivo de este aniversario junto a su esposa Michiko, Akihito reconoció que "el mundo no ha evolucionado hacia la paz" desde su ascensión al trono, el 7 de enero de 1989, refrendada un 12 de noviembre en la ceremonia oficial de coronación. "He buscado la forma de ser emperador como símbolo del país", explicó Akihito, en referencia al limitado papel que le otorga la Constitución japonesa de 1947.
A sus 75 años el emperador de Japón tiene un aspecto delicado y elegante. En sus dos décadas en el Trono su aspecto físico apenas ha cambiado, si bien su figura ha ido menguando aún más y su fragilidad es evidente. En 2003 fue operado de cáncer de próstata y recientemente sufrió una hemorragia estomacal, enfermedad que llevó a la muerte a los 87 años a su padre Hirohito, que en 1945 renunció al carácter divino de su puesto tras la derrota nipona en la II Guerra Mundial.
A su único hijo varón Akihito, nacido el 23 de diciembre de 1933 y educado por estrictos tutores imperiales, la guerra le envió de niño refugiado a las montañas de Nikko y, cuando en 1952 fue proclamado heredero imperial, ya sabía que su papel se limitaría a tareas de representación y no ejecutivas. En su corto reinado, que se quedará lejos de las seis décadas de su padre, Akihito ha roto moldes pues los tiempos obligan, aunque sin levantar excesivo ruido y siempre a través de medidos mensajes.
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