Además del precio, todavía elevado, la autonomía y la recarga de la batería son los puntos débiles de los automóviles a batería. Al menos así lo percibe el gran público, aún reacio a dar el salto a la electrificación. Empeñados en hacer pedagogía, los fabricantes presentan registros oficiales de gasto y alcance para demostrar que estos vehículos constituyen ya una alternativa factible a los modelos de combustión. ¿Son reproducibles esas cifras en el día a día? Cupra se ha propuesto constatarlo desafiando a medio centenar de profesionales de la información del automóvil a mejorar los datos de consumo y autonomía homologados por el Tavascan Endurance. ¿Es posible? Sí, pero…

Este Cupra es un SUV idóneo para desempeñar cometidos familiares –tiene 4,64 metros de largo, 1,86 de ancho, 1,60 de alto, 2,77 de batalla y 540 litros de maletero–. Las líneas estilizadas de su carrocería suavizan el porte imponente de este coche corpulento y pesado (2,2 toneladas). A pesar de eso corre mucho, incluso en la sensata y aligerada interpretación Endurance.

Por tanto, acercarse a las cifras de consumo y autonomía oficiales, y sobre todo hacerlo sometido a situaciones de tráfico real, requiere un radical cambio de actitud al volante. Más si cabe que en un automóvil con sistema de impulsión convencional. De entrada, en un BEV (Battery Electric Vehicle) se impone prescindir de comodidades cotidianas que gastan energía -fuera el climatizador, el navegador y el equipo de sonido-, seleccionar el modo Eco, cerrar ventanillas y manejar con tiento las manos y el pie derecho.

También se hace necesario cultivar una mezcla de concentración y paciencia, sazonada con unas gotas de pericia. No está de más añadir una pizca de estoicismo. Será bien necesario, porque llegar lejos gastando poco exige practicar un estilo de conducción sosegado, lo que suele exasperar a esos otros usuarios de la vía con prisa. Incluso a uno mismo. Duele ver cómo te adelantan los camiones en autopista y saberse el causante de caravanas cuesta arriba. Son los daños colaterales de la conducción sostenible llevada al límite.

La consigna es manejar el coche con calma, respetando (más o menos) las normas de circulación. La clave es ejercer la mínima presión sobre el acelerador, soltándolo para aprovechar la inercia en las pendientes favorables, y negociar las curvas sin frenar; para eso están las levas tras el volante, cuyos tres niveles de retención reducen la velocidad y recuperan energía.

Este ejercicio de conducción austera resulta entretenido si se toma como un reto personal puntual. Ahora bien, es algo estresante y difícilmente extrapolable al uso cotidiano del coche, en el que el tiempo suele considerarse más valioso que el consumo y el rango de autonomía. El resultado del ensayo demuestra, sin embargo, que sí es posible reproducir e incluso mejorar notablemente los datos oficiales homologados por el fabricante. De hecho, lo ha conseguido la mayoría de participantes (el 85%) en la prueba, marcando registros de gasto medio por debajo de 14 kWh en una ruta de orografía variada. En teoría, ese nivel de consumo, sensiblemente inferior al mínimo oficial (15,2 kWh), propiciaría superar el alcance máximo certificado en la homologación.

La pregunta es si el esfuerzo vale la pena o, dicho de otro modo, si no es preferible disfrutar de las cualidades del Tavascan practicando una conducción normal sin agobios. Claro que así nunca llegaremos a recorrer tantos kilómetros seguidos como esos 569 que promete el manual de usuario.