TRAS cada cierre de balance mensual de matriculaciones proliferan titulares anunciando, casi celebrando, el fuerte incremento en las ventas de coches eléctricos y el descenso en la demanda de modelos diésel. Son informaciones que responden a la realidad; al menos a una parte de ella. Visto con otra perspectiva, no menos objetiva, el escenario también se puede describir así: los partidarios del diésel en Bizkaia duplican en 2023 a los de la electricidad. A veces, los árboles impiden ver el bosque.

Nada como los datos para constatar los hechos. Algo más de un millar de las 8.300 personas y empresas que han adquirido un automóvil nuevo en Bizkaia en lo que va de año se han decantado por un modelo a gasoil. Son justo el doble de la clientela de vehículos puramente eléctricos. Otro dato significativo es que cerca de cuatro mil seiscientas de esas operaciones totales han tenido como protagonista a un vehículo con motorización convencional, sin ningún tipo de electrificación.

Sí la llevan, además de ese medio millar de unidades a pilas, los más de cuatrocientos automóviles PHEV, con hibridación enchufable, así como los casi dos mil ochocientos híbridos sin cable vendidos desde enero. En este segundo saco se confunden los modelos con impulsión mixta, considerada autorrecargable, y los dotados de sistemas más sencillos de microhibridación; por cierto, el 10% de estos últimos emplea motor diésel.

La tecnología HEV prolifera más del segmento medio para arriba. La mild hybrid, en cambio, abunda entre utilitarios y compactos, a menudo en sustitución de motorizaciones tradicionales de gasolina y de gasóleo descatalogadas. Así que la elección de la clientela no es del todo libre: opta entre aquello que las marcas le ofrecen.

De hecho, cada vez más fabricantes prescinden de versiones diésel, suplidas por motorizaciones híbridas con unas bajas emisiones más teóricas que reales, para así reducir el índice oficial medio de su gama. No obstante, algunas marcas todavía mantienen abierta esa vía de negocio. Es el caso de Renault, cada vez más sola en su apuesta por el gasóleo. Preguntado al respecto con ocasión de la presentación internacional del nuevo Clio, Sébastien Guigues, director de la firma del rombo en el mercado español, se mostró muy poco preocupado: “Mejor para nosotros, así venderemos más coches”.

En cualquier caso, el diésel no debería considerarse un peligro ni un enemigo de la descarbonización. Al menos no los automóviles a gasóleo contemporáneos, provistos de una tecnología que los hace infinitamente más eficientes y sostenibles que sus antepasados. Son más bien un aliado circunstancial en esa transición energética a la que la industria del automóvil europea se ve abocada.

El foco y los medios paliativos quizá deberían aplicarse sobre aspectos como el envejecimiento del parque español. La patronal de fabricantes Anfac señala que la edad media de los vehículos en activo no hace más que aumentar: en 2008 era de 8,3 años y hoy ya supera los 14. Y un vehículo con esa antigüedad resulta absolutamente obsoleto en dos facetas decisivas, la medioambiental y la de la seguridad.

No menos preocupante es el dato de que por cada 10 nuevas matriculaciones de automóviles se registran entre 20 y 25 transferencias de usados. Algunos, por cierto, muy usados. El 55% de la clientela potencial demanda en Bizkaia vehículos de ocasión baratos, con diez o más años. De hecho, el grueso de la oferta lo componen modelos de seis a diez años. En la mitad de las ocasiones (52%), quien compra un VO prefiere que sea diésel; como alternativa aparecen los modelos a gasolina (41%); la oferta y la demanda de híbridos y eléctricos de segunda mano todavía son poco significativas (7%).