Marta Blázquez, licenciada en Derecho y MBA por el IE Business School, emprendió su trayectoria profesional en el sector financiero, pero lleva ya más de dos décadas vinculada al ámbito de la automoción. Pasa a liderar Faconauto, sucediendo a Gerardo Pérez, quien la incorporó a su equipo en 2018 como vicepresidenta ejecutiva.

Entenderá que ese relevo se perciba como un punto y seguido.

—Es cierto que hay continuidad. Pero hay que ser evolutivo: lo que funciona lo potencio y consolido, y a lo mejorable le doy una vuelta hasta encontrar el mejor camino.

¿Qué líneas maestras van a marcar sus tres años de mandato?

—Tenemos que trabajar unidos Anfac (asociación de fabricantes) y Faconauto con ese 99% de cosas que nos unen, haciendo propuestas al gobierno. Tanto a los de las comunidades autónomas como al central. Esta tiene que ser la legislatura de apostar por el sector de una manera más eficaz. No digo que no se hayan hecho muchas cosas por él, pero en otras estamos a la cola en Europa. Por ejemplo, en electrificación, o en ayudas que funcionen para que el mercado recupere las cifras de antes de la pandemia.

Por primera vez, al volante de Faconauto no está uno de sus empresarios asociados, sino una profesional del sector. ¿Siente una presión añadida?

—¡Sí! (Risas). Hay pros y contras de todo. Cuando tienes un concesionario parece que estás más cerca de la realidad. Para estarlo, me tengo que apoyar mucho en mi comité ejecutivo, integrado por empresarios de altísimo nivel, con los que establecemos las líneas de acción. Estamos creando grupos de trabajo conformados por concesionarios para trabajar cada tema (la fiscalidad, las nuevas oportunidades de trabajo…). Las propuestas para el gobierno tienen que venir legitimadas de los concesionarios.

Por su trayectoria profesional, conoce bien el mundo de la automoción bajo distintas perspectivas. ¿Ha variado su percepción del mismo ahora que lo contempla desde las filas de los concesionarios?

—Mi carrera me llevó a estar casi nueve años en las filiales, y pude ponerme en la piel de los concesionarios, en aquel momento frente a las marcas; no me viene de nuevas. Veo los dos lados buenos de ambas partes. Al final, se necesitan; cuanto mejor le vaya a la una, mejor le irá a la otra.

No obstante, parece que algunas marcas ya no consideran al concesionario un socio estratégico, sino un mero repartidor-reparador, sin voz ni voto. ¿Admite que su figura va perdiendo protagonismo en un negocio en constante transformación?

—El modelo contractual es una cosa y en qué condiciones se firme, sea de agencia o de concesión al uso, es otra. Lo importante es que haya una relación de beneficio mutuo. Las marcas que no entiendan que el concesionario es un valor añadido y no un coste de distribución, se equivocan. ¿Qué tienen que hacer las marcas?, pedir a los concesionarios aquello que sea un valor. ¿Y qué tienen que hacer los concesionarios?, pues invertir en todo lo que de valor al cliente y a las marcas. Si no das valor al cliente, él es quien te va a expulsar del mercado.

Esa evolución del sector aboca a la desaparición a los pequeños negocios familiares, condenados a ser absorbidos por grandes grupos de distribución, tal como sucede a otra escala con los fabricantes. ¿Adiós a la libre competencia?

—Al revés, son grandes inversores y van a propiciar economías de escala. No hacerlo así sería incrementar costes al cliente. El cliente va a salir ganando porque son empresas más eficientes, más competitivas, y podrá tener mejores precios. Los universos para el público no se tocan. Las políticas de cada marca son distintas. Cuanto más eficaz sea una empresa, mejor puede poner los precios y más competencia va a haber.

Cambian los hábitos de consumo, y la venta cede paso al pago por uso. Además, la transición tecnológica impone la electrificación. ¿Son dificultades u oportunidades?

—Totalmente son oportunidades de negocio. Son momentos de cambio, pero nunca ha habido tanta oferta para adquirir diferentes tipos de movilidad. Y todos se encuentran en un concesionario. Hay un abanico de posibilidades estupendo: renting, compra flexible, suscripción, propiedad tradicional… Lo bueno es que el cliente gana. En todos nuestros estudios, el concesionario sigue valorado como pieza clave en el negocio.

Los coches a pilas emplean una tecnología más sencilla, con menos mantenimiento y averías. ¿Les preocupa el impacto negativo que tendrá en la posventa, faceta esencial en la actividad de un concesionario?

—Estamos mirándolo, porque es verdad que todas las tendencias apuntan que el coche tecnológicamente más sencillo puede bajar la facturación. Pero, a lo mejor, la nueva movilidad te aporta nuevos negocios que ahora no tienes, ligados al cliente, al dato, etc. Por otra parte, el parque tiene 29 millones de coches, por lo cual, vamos a tener que ir reparando y renovando; nos quedan muchos años para ir adaptándonos. Además, lo que se está vendiendo ahora no es eléctrico puro, que solo aporta el 4%, sino enchufable, con doble tecnología, la anterior y la nueva. Así que mucha calma, va a dar tiempo a renovarse con tranquilidad. Iremos cerrando algunas ventanas, pero se abrirán otras, con total seguridad.