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Olatz SalvadorArtista musical

“La involución reaccionaria ya está aquí y viene pisando fuerte”

La artista donostiarra ha mostrado su deseo por evolucionar y probar con diferentes estilos musicales y atmósferas

“La involución reaccionaria ya está aquí y viene pisando fuerte”Cedida

A Olatz Salvador le puso en órbita una canción tan delicada y acústica como Korapilatzen, de su álbum de debut Zintzilik (2018). Más tarde se alió con Rozalén en Ahots Hari, otro sentido tema extraído de su segundo disco, Aho Uhal (2021). Y ya el año pasado, la artista donostiarra sorprendió a todo el mundo con Zainak Eman, donde abrazaba el pop y guiñaba a la corriente urbana actual con soltura, descaro y alegría, en un acto de libertad estilística. En esta entrevista —realizada antes de la cancelación de su concierto en la Aste Nagusia de Bilbao por problemas en el montaje del escenario—, reconoce incluso que se ha obsesionado ligeramente por el famoso dúo porteño de funk, hip hop y trap Ca7riel y Paco Amoroso. Comprometida social y políticamente, galardonada en la última edición de los Premios Musika Bulegoa, Olatz Salvador se ha reinventado apostando por sonidos más bailables e innovadores.

Su hau dena es una canción dedicada al movimiento feminista. ¿El feminismo puede ser un muro global frente a la amenaza de la extrema derecha en el mundo?  

-Ojalá pueda tener ese poder. Las juventudes feministas de Euskal Herria se pusieron en contacto conmigo porque van a realizar unas jornadas en octubre y querían que yo hiciera la canción, con la participación también de Iholdi Beristain, y que Aner Peritz se encargara de la letra. Al final se unió Aissa Intxausti. Así que el proceso de creación fue algo colectivo y creo que, precisamente, el colectivo es la clave para hacer frente a todo.

¿Euskal Herria se mantiene como un pequeño oasis frente a esta involución reaccionaria? 

-No Lo veo tan claro. Al comienzo del verano, sin ir más lejos, hubo agresiones racistas en las fiestas de Hernani. En Donostia hay un gran conflicto con las cenas solidarias que ofrecen un grupo de voluntarios a personas sin hogar. Y, obviamente, aquí tampoco estamos libres de violencia machista. Si bien es cierto que hay una mayor conciencia social respecto a muchos temas, aún queda mucho por hacer y es necesario que actuemos conjuntamente. La involución reaccionaria ya está aquí y viene pisando fuerte.

Con el cambio a sonidos más contemporáneos ya ningún hostelero tendrá la tentación de poner alguno de sus últimos temas para cerrar la noche. 

-(Ríe). Ese era el objetivo. Empezó siendo una broma, pero tiene su parte de verdad. Quería romper con la imagen que se tenía de mí porque sentía que yo no era solo eso. Me apetecía atreverme a hacer algo distinto, experimentar e ir a nuevos lugares y eso también pasaba por ir hacia ritmos más enérgicos y poder bailar y divertirme más sobre el escenario. Eso sí, he de decir que hace poco di un concierto en solitario porque un conocido tenía un bar que iba a cerrar y querían que yo tocara antes; así que, técnicamente, sigue sonando mi música en los bares. Lo que, en realidad, es bonito.

"Ojalá poder hacer cosas distintas, evolucionar y atravesar diferentes estilos”

En Korapilatzen cantaba: “Korapilatzen jarraitzen badugu / ez dugu jakingo nola askatu”. ¿Hasta dónde se ve capaz de enredar su estilo musical? 

-No me gustaría ponerme límites en ese aspecto. Ojalá poder hacer cosas distintas, evolucionar y atravesar diferentes estilos. Hay gente que se pasa toda la vida haciendo el mismo tipo de música y, en mi caso, así como escucho distintos tipos de música, me gustaría crear distintas atmósferas también y que cada momento vital tuviera su banda sonora, distinta del resto, pero manteniendo mi esencia. Ese sería mi objetivo.

LOS CORSÉS, FUERA 

Desde 2020 bandas como Chill Mafia o la gasteiztarra Kai Nakai han demostrado que se puede hacer trap o reggaetón en euskera. Olatz Salvador considera que la apertura de miras en la escena musical vasca “ha sido un soplo de aire fresco” y puede indicar que “estemos perdiendo los complejos” a la hora de incluir “ciertos estilos” musicales. “Para la normalización de una lengua, cuanta mayor variedad, mejor”, asegura la artista donostiarra. No obstante, cree que en nuestro panorama musical “todavía hay ciertas resistencias respecto a cosas como el autotune, por ejemplo. Se está superando poco a poco, pero ha costado”. 

El pasado 4 de julio participó en la segunda edición del Reala Zuzenean Musika Festibala en el estadio de Anoeta. Poder cantar en el césped del club txuri-urdin fue un sueño, dijo entonces. Y ahora que ya ha pasado, ¿con qué sueña? “Con vivir en paz y poder seguir dedicándome a la música. Y disfrutar de todos los procesos y las oportunidades que vengan, sin obsesionarme con nada en concreto”.

¿Qué bandas o artistas le han volado la cabeza últimamente? 

-Pues no sé si me han llegado a volar la cabeza, pero últimamente escucho mucho un proyecto que se llama Maestro Espada. Me lo descubrió mi hermano y llegó en el momento apropiado para atravesarme. También me ha gustado mucho el nuevo disco de Mirua, he escuchado mucho Martin de Marte y, como tanta gente, me obsesioné un poco con Ca7riel y Paco Amoroso. También escucho bastante música de Brasil, hay una chica que se llama Mariana Froes que me acompaña en cualquier momento del día.

¿El premio que le otorgaron en la IX edición de Musika Bulegoa es una forma de recompensar un oficio tan volátil y cambiante como el de la música? 

-Y tanto que sí. En mi caso, mi último disco me costó bastante por muchas cosas. Está producido en un pueblo de Girona llamado Banyoles en el que hice como 5-6 estancias de tres días cada una con los productores del Estudio Olivera. Fue bonito, pero largo y cansado para mí por todo lo que suponía llegar hasta ahí. Autobús al aeropuerto, vuelo (muchos vuelos retrasados), llegada, transfer a la oficina de alquiler de coches, hora y cuarto de trayecto de coche y vuelta en 3 días. Todo el proceso fue como una masterclass, estaba muy atenta y aprendí mucho, pero terminé agotada. También pasé por una situación personal delicada de por medio y la salida se alargó más de lo que yo quería. 

¿Ha pagado un precio alto por el disco? 

-Sí. Ha tenido un coste alto para mí, y no me refiero solo a lo económico. Me atreví a correr un riesgo estilístico que no sabía cómo se iba a recibir y cuando supe que me iban a dar el premio, aunque sé que la música no es una competición y todo eso, lo viví como una reafirmación de que hay gente al otro lado interesada en lo que hago y valorándolo. Estoy muy agradecida.

Izaro la llamó para que acudiera con ella al programa de La Revuelta, ha cantado Libre con ella, se subió al escenario del BEC en su fin de gira… ¿Recuerda la primera vez que la conoció antes de que sus caminos se estén cruzando continuamente?  

-Sí, lo recuerdo. Fue en el Museo San Telmo. Yo fui a acompañar a Asier Beramendi, el que era líder de la banda Eraul, a una charla que iban a dar juntos. Y ahí nos conocimos, aunque yo ya la había visto tocar -a ella sola con una guitarra- y conocía su música. 

Obviamente, se llevan más que bien. 

-Desde el primer momento. Poco a poco se ha ido reforzando esa relación hasta el punto de que ha llegado a vivir en mi casa. Es muy guay y necesario para mí rodearme de mujeres que tienen proyectos musicales porque me veo reflejada en ellas, y puedes llegar a sentirte sola si no compartes este tipo de experiencias. Nuestro trabajo tiene unas peculiaridades que a veces desde fuera no se entienden. Me siento halagada cada vez que cuenta conmigo y yo también he contado con ella en mi último trabajo, así que espero que sigamos acompañándonos en los escenarios y debajo de ellos.

Que el pop en euskera esté calando tanto entre el público, desde Zetak hasta la propia Izaro, ¿se debe a haber sabido abrazar las nuevas corrientes musicales sin renunciar a las raíces vascas?  

-Puede ser, sí. Creo que es un fenómeno que se está dando en muchos sitios, el de volver a las raíces y fusionarlas con electrónica. Diría que en este mundo globalizado, esto tiene un valor especial y puede que tengamos la necesidad de reivindicar nuestra tierra y nuestros orígenes en general, y en el País Vasco en particular. Uno de los grupos que he nombrado antes, Maestro Espada, son de Murcia, y han recuperado también cantos populares y ritmos propios de su tierra. Rodrigo Cuevas lleva tiempo haciéndolo, Tanxugueiras… Supongo que hay una necesidad de identidad por ahí.