¿Cómo fue su primera inmersión en la literatura? 

Yo creo que entre mis primeras lecturas estuvieron los cuentos de los hermanos Grimm. Ese es el primer libro que yo recuerdo, que era un tomo de tapas grises que a mí me apasionaba y que yo leía y releía. Luego ya me compraban en casa versiones infantiles de los clásicos. Por eso en este libro hablo de un libro que me impactó mucho, que era una historia de Helena de Troya. Y recuerdo aquella tapa en que aparecía una chica rubia, guapísima, con una túnica y...

Le fascinó.

Me pareció fascinante. Sobre todo me pareció fascinante eso de que se declarara una guerra por ella. Aquella lectura infantil sin duda me marcó y me hizo tener un interés especial luego por la Ilíada y más tarde por la Odisea.

“Era una niña imaginativa y me gustaba leer historias, pero también me gustaba contarlas”

Sumergirse en estas historias son un buen comienzo. ¿Fueron Helena de Troya o los hermanos Grimm los que le hicieron querer escribir? 

Bueno, yo era una niña muy imaginativa y me gustaba leer historias, pero también me gustaba contarlas. Entonces, yo me sentaba y escribía cuentos. Mi madre los guardó durante muchos años y me gustaba escribirlos sin ninguna pretensión. Yo nunca pretendí ser escritora. Yo lo que quería era ser bailarina de ballet. O sea que me gustaba escribir cuentos, pero no porque en ese momento soñara “Lo que quiero es ser escritora”. No, yo quería ser bailarina de ballet clásico. 

¿Alguna de esas historias estaba protagonizada por una bailarina de ballet? 

No. Era un poco surrealista. Yo recuerdo todavía, porque hace poco me encontré alguno de mis cuentos, y era un cuento un poco surrealista porque era un perro que hablaba con una farola. Entonces, digo “Mira, qué cosas se me ocurrían con seis o siete años” (risas). Eran caminos diferentes, por una parte las historias que se me ocurrían y por otra lo que yo quería ser.

Cuando se acuerda de esos primeros cuentos que bullían en su imaginación, ¿qué emociones le evoca? 

La verdad es que lo que me evoca es la infancia sobre todo. No tanto lo que yo escribía, sino la infancia perdida. Dicen que la infancia es la patria de las personas, y yo creo que es algo más que una frase. Me evoca infancia, me evoca a mi abuela, a mi madre, esa casa de mis abuelos donde yo vivía y donde siempre me parecía que pasaban cosas interesantes.

Habla de esa infancia perdida, pero realmente nunca la perdemos del todo, ¿no? Siempre queda algo. 

Yo creo que la infancia es algo que hay un momento en el que queremos dejarla atrás, que es cuando empezamos a entrar en la adolescencia y necesitamos despegarnos de la infancia casi con rabia porque queremos cortar ese cordón umbilical con todo lo que hemos sido, lo que nos ha rodeado e incluso con nuestros padres. Es cuando empezamos a conformar nuestra propia identidad. Y luego, con el paso de los años sientes esa añoranza. Te vuelves a reconciliar con aquellos años vividos, y los ves con ternura. 

Ha regresado a las librerías con Una historia compartida. ¿Cómo dio con todas estas vivencias de tantísimas mujeres?

Pues mira, cuando estaba en la pandemia encerrada, terminé de escribir la que fue mi anterior novela que se publicó, De ninguna parte. Y cuando la terminé de escribir, la guardé en una carpeta del ordenador y necesitaba escribir otra cosa. Yo creo que el encierro me afectó, y necesitaba como irme de viaje. Entonces, decidí conversar conmigo misma sobre mis viajes y mis lecturas. Entonces, decidí hacerlo con mujeres que me había ido encontrando a lo largo de mi vida a través de las lecturas y de los viajes. Pero siempre he echado en falta que nos hayan contado una historia de parte. Ellos nos han contado la historia bajo su perspectiva, su protagonismo y su visión. Y yo a lo largo de mi vida me daba cuenta de que de repente me topaba con alguna mujer y decía “Pero esta mujer es importante. ¿Yo por qué no la he estudiado? ¿Por qué no me he enterado de su existencia?”. Lo que decidí fue contar todas estas mujeres con las que me he ido encontrando, pero no desde una visión de las mujeres. No voy a caer en lo que han hecho ellos. Lo voy a hacer en relación a los hombres que formaron parte de sus vidas, porque entiendo que no se puede comprender la historia si no es en relación los unos con los otros. Y desde el principio de los tiempos este planeta lo hemos habitado hombres y mujeres. Por tanto, no podemos entender nada si no es en relación los unos con los otros, y empecé a pensar en ellas pero en relación a ellos. ¿Qué efecto tuvieron en las vidas que me habían impactado?

“Yo creo que la infancia es algo que hay un momento en el que queremos dejarla atrás”

Para bien o para mal.

Para bien o para mal, claro. Lo mismo que nosotras hemos estado para bien o para mal. 

Algunas mujeres a las que podemos encontrar son Marie Curie, Simone de Beauvoir... Y hay otras más desconocidas. 

Hay mujeres muy desconocidas con las que yo me he encontrado por casualidad, y que son las que más me interesan. Echo de menos en el sistema educativo, no solamente en España, sino en el sistema educativo en general, esa ausencia de mujeres. Como la historia la han contado ellos, salvo algunas mujeres muy excepcionales de las que tenemos noticias, ese sinfín de mujeres que han hecho grandes aportaciones en el terreno de la ciencia, de la literatura, de la filosofía, en todo, están ausentes de los libros de texto. Los ministros y consejeros de educación, en vez de hacer planes de estudios cada vez peores, deberían sentarse y hacer una revisión de los libros de texto y empezar a incorporar a ese sinfín de mujeres importantes cuyo legado se desconoce. Esa sería la gran revolución en la educación, que entremos nosotras en los libros de texto. 

En este libro hemos podido encontrarnos de cerca con la Julia lectora. ¿Se puede llegar a ser un buen escritor sin haber sido antes lector?

Es complicado (risas). Al final, tenemos la frase de “Somos lo que comemos”, y yo creo que también somos lo que leemos, y que las lecturas van conformando nuestra personalidad. O por lo menos yo creo que en mi caso ha sido así. Entonces, he ido creciendo con un libro en las manos siempre, y no me puedo explicar a mí si no es en relación con la lectura. Pero ¿se puede ser un buen escritor sin haber leído un libro? Pues a lo mejor sí. Porque hay gente que tiene un enorme talento para imaginar historias y para contarlas. 

Personal

Nacida en Madrid un 29 de julio, empezó ya de niña a leer y a escribir cuentos.

Algunos de sus libros más conocidos son Dime quién soy, La sangre de los inocentes, o La Biblia de barro. El último lleva por título Una historia compartida.


‘Una historia compartida’

Julia Navarro ha presentado su libro más personal, una invitación a compartir las historias escritas y vividas por mujeres. Desde Penguin explican cómo “hasta el siglo XX la Historia la escribieron los hombres. Eso explica por qué las mujeres apenas aparecemos como sujetos de las historias de la Historia. Sin embargo, la lista de aquellas que la protagonizaron es extensa: desde diosas hasta reinas, desde cortesanas hasta científicas, desde actrices hasta santas”.