El periodismo de guerra trata de cubrir historias desde conflictos bélicos cuya cobertura está a cargo de corresponsales. Con el paso del tiempo, estos reporteros profesionales son algunos de los grandes olvidados del devenir si su nombre no ha transcendido por alguna razón. Un ejemplo de icono de lucha por su mortífero final fue el recordado en estos días Esteban Erkiaga Lauaxeta, capturado por tropas franquistas y fusilado al grito de “Carguen. Apunten. Viva España. Fuego”. Cayó desplomado sin vida con “toda la masa encefálica fuera” –según su confesor presente– el 25 de junio de 1937 en el paredón del camposanto gasteiztarra de Santa Isabel, hace 87 calendarios.
Colegas de profesión de la época, republicanos como él, fueron en ocasiones detenidos por el bando golpista español de facciosos como los generales Mola o Franco. Y no solo eso, también requisadas sus rotativas, desde las que el periódico del régimen dictatorial divulgaba sus mentiras. Algunas de esas manchetas manchadas aún en la actualidad imprimen sus noticias.
DEIA, por contrario, recoge hoy los lapiceros de aquellos cronistas antifascistas y con ellos escribe por primera vez sobre un inédito canje de periodistas que gestionó con éxito el Gobierno vasco desde su delegación en el exilio. Curiosamente fue un 6 de enero cuando el encargado en Baiona, Javier de Gortázar, escribió una misiva anunciando el cambio de prisioneros al consejero de Hacienda, Eliodoro de la Torre, con copia al lehendakari Aguirre. En al menos, cinco documentos oficiales que aún se conservan y a los que este periódico ha tenido acceso, no se cita a cambio de qué lograran pasar a líneas republicanas un total de nueve periodistas y cinco “aviadores no vascos”.
Gortázar remite, primero, un informe médico de los civiles canjeados firmado por los doctores Aranguren, Pereiro y Astorki que merece la pena leer casi nueve décadas después. El reconocimiento se registró en el antiguo hotel-casino reconvertido en hospital La Roseraie. En el mismo texto, se da cuenta de que el intercambio llegó a buen puerto el 4 de enero de 1939 y no particulariza el lugar. Tan solo que a los periodistas se transfirió a Hendaia (Lapurdi). Asimismo, llaman la atención algunas de las instrucciones que Eliodoro de la Torre dio a Gortázar al conocer la entrega, órdenes que se cumplieron. “En el día de ayer entregué a cada uno de los canjeados (me refiero siempre a los periodistas, porque los cinco aviadores no son vascos) 500 francos para que estos días puedan visitar a sus familiares, fumar y comprarse alguna prenda de abrigo que les son necesarias”, corresponde el delegado y posdata la relación de los periodistas y los medios de comunicación que representa con grafía sabiniana: León Barrenetxea y Gantxegi, director de la publicación sindical de ELA-SOV, Euzko-Langille; Julio Sarasua y Gisasola, redactor de la revista gráfica semanal de Euzko Gudaroztea, Gudari; Juan de Abásolo y Mendibil, tipógrafo del diario nacionalista del PNV, Euzkadi; Agustín Luna Morales, redactor del diario El Pueblo Vasco; Jesús de Gáriz y Martínez, redactor de Euzkadi. A estos cronistas hay que sumar a Ángel Aurrecoechea y Abarrategi, taquígrafo de Euzkadi; Víctor de Basauri y Arrieta, redactor del órgano de prensa oficial de Solidaridad de Trabajadores Vascos, Lan-Deya; Agustín de Zubikarai Bedialauneta, redactor jefe del diario euskaldun Eguna, y José María de Cazaña y Landa, citado como “redactor y propagandista del PNV”. El informe médico contempla a ocho de los nueve citados porque “el señor Gáriz estaba pasando el día con su familia”, justificaban en otro certificado.
Informes médicos
Sorprende que el parte asegura que a dos –Aurrecoechea y Cazaña- “no se les aprecia anormalidad ninguna”. Sin embargo, hay una nota al respecto: “Todos los reconocidos presentan cierto grado de excitación nerviosa y en especial Aurrecoechea”. El resto no goza de salud física. Así, Abásolo padece una cifoescoliosis dorsal muy acentuada y “otitis fungosa” del oído derecho (proceso tuberculoso). “Se le considera inútil total”, concluyen.
Zubikarai sufre de una apendicitis crónica con periodos frecuentes de agudización. “La intervención quirúrgica es necesaria”, apremian. Basauri, de 24 años, se dolía de lesiones pulmonares. “Conviene efectuarle una exploración radiológica”, evaluaban.
35 años tenía entonces Luna, aquejado de “eretismo cardiaco de origen emotivo”, interpretaban los tres doctores. “Requiere –esgrimían- cierto grado de tranquilidad y reposo”. Sarasua, por su parte, requería de una radiografía por su constitución asténica con ligera diminución del murmullo vesicular en pulmón derecho. “Cuenta con una historia de catarro del aparato respiratorio desde hace dos años”, es decir, desde casi el comienzo de la guerra. Y Barrenechea padecía posible tuberculosis, por lo que requería “efectuar análisis de esputos”.
A continuación, el delegado hace una reflexión humanista en unas de las comunicaciones dirigidas a Aguirre y lo expide de forma urgente incluso en su forma de redactar sin ningún punto. “Desde que presencié el primer canje de prisioneros, me pareció cruel que se les hiciera seguir a Barcelona tras unos pocos días de descanso, pues a personas que acaban de ser puestas en libertad después de año y medio, cuando menos de prisión, con una alimentación evidentemente insuficiente, sometidos a un régimen carcelario que supone frío, hambre y depresión moral y que creen que después de todo esto, al pasar el puente de Hendaia, dar un adiós a todas las privaciones e intranquilidades, es cruel, repito, decirles que con cuatro o cinco días de descanso han de continuar el viaje a Catalunya, donde han de encontrarse con insuficiencia de alimentación y un ambiente de intranquilidad completamente opuesto al de sosiego y paz que ellos necesitan”.
Incluso, el propio Gortázar apela por tratarse de un objetivo “humanitario” a tratar con la Cruz Roja, el Comité Inglés o por otra entidad conseguir que los dos bandos en lucha alcancen un plazo de descanso para sus personas canjeadas. Finalmente, el consejero Antonio de Gamarra informó desde Angelu a Eliodoro de la Torre que partirían a Barcelona diez días después de su llegada a Lapurdi, es decir, el día 14 de enero. “Los canjeados han pasado estos días por nuestra casa en la calle del Pino, donde han sido atendidos por falta de alimentos”, aborda y va más allá: “Es muy importante por ello que, con tiempo, se ponga a disposición de las emakumes la cantidad suficiente de víveres para estas atenciones”.
Gamarra, argüía, además, que, aunque urgieron anticipos de dinero, nunca lo consiguieron, por lo que acabaron prestando las cantidades precisas desde el PNV. “Convendría que Usted diera instrucciones sobre este particular, pues, aunque los canjeados tienen derecho a cobrar del Estado varias mensualidades, para cuando se tramitan los expedientes pasa mucho tiempo y prácticamente los canjeados quedan sin un cuarto”, glosaba.
Una última carta del 9 de enero de 1939 concluye que los periodistas –se desconoce si sanados en diez días– iban a contar con “anticipos de dinero necesarios, debitándonos en una cuenta particular cuando hagan efectivos sus derechos del Estado”. Su siguiente destino era, de nuevo, la guerra.