La ría que la gabarra del Athletic surcó el pasado jueves con júbilo también fue antaño lecho de cárcel y muerte. Sus aguas mantuvieron a flote durante la Guerra Civil navíos que fueron prisiones como los mercantes Upo Mendi, Altuna, Cabo Quilates o Aránzazu Mendi.

El barco que fue cárcel ‘Upo Mendi’, amarrado en la ría. | FOTO: DEIA

El miliciano Román Bodegas Orbañanos (Lemoa, 1903-Bilbao, 1975) fue uno de los presos de Franco que sufrió el internamiento en el primero de los barcos citados. De aquel sindicalista de UGT su familia solo conserva una fotografía que casualmente tiene relación con el club rojiblanco. La imagen familiar se tomó en una parada según viajaban el 29 de junio de 1958 a la capital española donde finalmente el Athletic –obligado por la dictadura a denominarse Atlético de Bilbao- se enfrentaría al Real Madrid. En aquel caso fue la Copa del Generalísimo y el marcador finalizó con goles de Eneko Arieta y Mauri en los minutos 20 y 23, dirigidos por el míster Baltasar Albéniz y con Carmelo Cedrún bajo palos. No tuvo nada que hacer el conjunto en el que militaba el mito Alfredo Di Estéfano.

El viaje de la fotografía contaba con el miliciano Bodegas y dos sobrinos políticos suyos supervivientes del bombardeo contra Gernika: Jesús –fallecido el 26 de octubre de 2023 a los 88 años– y Emilio, de actuales 87 años. Y una curiosidad más que firma la bilbaina Monika Aperribai Adán en la recién publicada biografía del combatiente antifascista bajo el título de Memorias de un silencio. “Román, Jesús y Emilio viajaron en un camión desde Bilbao a Madrid junto con otros amigos. Fueron sentados en bancos de madera, que, curiosamente, pidieron prestados a la iglesia de San Nicolás de Olabeaga”, sonríe Monika, quien recuerda a DEIA que “eran otros tiempos, otras formas de ver la vida, otras maneras de viajar, pero la ilusión siempre es la misma, ver ganar a tu equipo del alma: al Athletic”.

Román, además, fue encargado del material del equipo del Acero Club de Olabega y toda esta pasión por el fútbol se la transmitió a los dos sobrinos, a quienes crió en su juventud junto con su mujer Martina Icazuriagagoitia, familia de Nabarniz.

Román Bodegas Orbañanos llegó al mundo el 16 de noviembre de 1903 en el seno de una familia humilde en el barrio de Arraibi de Lemoa. Sus padres Eladia y Dionisio tuvieron dos hijos más: Nicolás y otra hermana cuyo nombre se desconoce hoy. Aquel hombre solidario fue contador en la Agrupación Republicana de Lemoa desde 1931. Trabajó como “correísta” –según la familia- en la Fábrica Zubeldia S.A. de la calle Santa María del casco viejo de Bilbao, donde también fue vocal del Jurado Mixto de la Piel estando afiliado al sindicato UGT. Al estallar la guerra se alistó voluntario como miliciano en el batallón Azaña-Vizcaya n° 7, de Izquierda Republicana, con chapa de identidad 6.060 y con rango de cabo furriel.

Participó en históricas batallas del frente de Euskadi hasta que, durante un permiso, el 14 de agosto de 1937 a las 22.00 horas, según consta en un documento que conserva Monika Aperribai, una pareja de la Guardia Civil lo detuvo y se llevó preso a Román de su casa en la conocida como Cuesta de Olabeaga. Quedó internado en la Cárcel Provincial de Bilbao, en Larrinaga.

El barco que fue cárcel ‘Upo Mendi’, amarrado en la ría. DEIA

Dadas las condiciones de hacinamiento en las que inmueble se encontraba, el 27 de octubre lo trasladaron temporalmente a una de las prisiones flotantes. En su caso, sufrió la miseria del barco Upo Mendi, de la confiscada naviera Sota y Aznar S.L. La ría –entonces Nervión y hoy Ibaizabal– ha visto esta semana vitorear los colores del Athletic. “En tiempos de contienda –valora Monika– albergó barcos del horror como mazmorras de seres que defendían la democracia y la libertad, ahora se ha visto adornada y con júbilo, de rojo y blanco. Entonces el rojo era perseguido y castigado y también era el color de la sangre que se derramaba por unos ideales arrebatados por la fuerza. Y el blanco era utilizado para vendar y curar las heridas producidas, por los enemigos de la paz, a los que luchaban para defender sus derechos”.

La estancia en aquella prisión fue para Román “un infierno” porque “dormíamos en las lúgubres bodegas, oscuras, llenas de suciedad, encima de tablas o en el mismo suelo enroscados en mantas llenas de pulgas y chinches. El hedor era insoportable: una mezcla de lodo de la ría, sudor y gasóleo del barco. Los mosquitos nos acribillaban. El rancho era una vez al día, similar al de la cárcel. Cuando volví a Larrinaga me pareció el paraíso”, se lee en Memorias de un silencio.

Su supervivencia al día a día de las “sacas” franquistas continuaron el penal de El Dueso en Cantabria, así como en el de El Puerto de Santa María, donde comenzó su pasión por la filatelia coleccionando los que llegaban a la cárcel gaditana. Días antes, había sido llevado ante el juzgado militar de Bilbao número 5, donde sin opción a defensa, le condenaron a cadena perpetua en juicio sumarísimo de urgencia en Consejo de Guerra acusado de “adhesión a la rebelión”. Aun así, tras tres años de prisiones, el 4 de julio de 1940 salió en libertad. “Pero esa libertad tenía un alto precio. Los rojos y los que habían estado en prisión estaban estigmatizados y era muy difícil encontrar trabajo. Finalmente lo encontró reconstruyendo las vías del tren que iba desde Bilbao a Mungia”, apostilla su sobrina nieta.

En unos días, el 26 de abril volverá a conmemorarse la efeméride del bombardeo llevado a cabo por las aviaciones nazi de Hitler y fascista de Mussolini en 1937 como apoyo a los generales españoles golpistas Mola, Franco y Vigón. Esa sangrienta jornada, Román estaba en la línea del frente. Sin embargo, aquellos dos sobrinos que 21 años más tarde viajaron con él a la final del Athetic salieron vivos del raid internacional Siendo niños estaban con sus progenitores Jesús Aperribay y Victoriana Icazuriagagoitia. Jesús, en un refugio junto a su padre, este último salió de él con la espalda quemada. Emilio estaba con su madre. “El matrimonio había decidido días antes que si ocurría algo cada uno tiraría para un lado con un niño cada uno. El padre con uno en el refugio y la madre por el paseo de los Tilos hacia Lumo”, detallan.

El primero ha fallecido meses atrás con metralla aún alojada en su cabeza. “Román no pudo saber nada de ellos hasta pasados unos días, lo que le produjo una gran angustia e impotencia al conocer el macabro alcance de aquella masacre. Ahora que se acerca la fecha de la barbarie, no debemos permitir que aquellas personas que derramaron tanta sangre, tanto sufrimiento y murieron aquel día caigan en el olvido. Su legado es el coraje y la resiliencia. Y a los que aún quedan con vida, después de todo lo pasado, les debemos también justicia, reparación y reconocimiento”, agrega la hija de Emilio, quien junto a su padre solicitaron por medio de una carta a través del lehendakari Urkullu a la Presidencia del Gobierno español el perdón por el bombardeo como hizo el Bundestag alemán. También le hicieron llegar su petición en Gernika a Félix Bolaños, actual ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática.

Román falleció el 19 de noviembre de 1975 en el Hospital de Basurto, en Bilbao. En el lecho de muerte le dijo lo siguiente a su sobrino Emilio: “Nada me jodería más que morirme antes que ese cabrón”, en referencia al dictador Franco, “aquel que hizo de un país una cárcel y una condena”. Según Monika, “lo que nunca supo es que esa última batalla la ganó Román. El caudillo, como se hacía llamar él mismo, murió antes que Román, ya que, aunque Arias Navarro lo anunció el día 20, es vox pópuli que había muerto el día anterior”, concluye Aperribai.