En las últimas semanas Sabino Arana Fundazioa ha conmemorado el treinta aniversario del Archivo Histórico del Nacionalismo Vasco con la organización de jornadas técnicas y charlas sobre la gestión de centros de recuperación, conservación y difusión de nuestra memoria histórica. En uno de estos eventos sugerí al historiador y archivero Iñaki Goiogana que recordara, dado que de “bien nacidos es ser agradecidos”, “que este archivo no existiría sin la sensibilidad de Uzturre, presidente hace treinta años de la Fundación. Cita, por favor, a los guardianes de Villa Izarra (Ander y Mari Barrutia, recopiladores también de publicaciones del exilio), a Peru Ajuria (recolector y fotógrafo que salvó de la quema buena parte de la documentación en el traslado de Avenida Marceau a Rue Singer) y a Gorka Agirre (quien ayudó y supervisó en los primeros años del Archivo a la desclasificación de los papeles más delicados)”.

Todos los agradecimientos dejan siempre en el tintero a otras personas merecedoras de reconocimiento. Hubo a quien no sentó bien la cita solo a estos cinco abertzales y lo lamento. En las siguientes líneas, por encargo expreso de la actual presidenta de Sabino Arana Fundazioa, Mireia Zarate, trataré de explicar los motivos por los que, en mi opinión, estos cinco militantes jeltzales -Jesús, Ander y Mari, Peru y Gorka- son más que dignos de recuerdo y agradecimiento cuando ponemos la vista atrás hacia ese momento, en torno al año 1992, de la puesta en marcha del Archivo del Nacionalismo.

“Aquí se guardan las grandezas y las miserias de la historia del Partido Nacionalista Vasco. Cuando ya no estemos con vida, quedaremos aquí entre estos viejos papeles”, aseguró Jesús Insausti Uzturre, apenas unos meses antes de su fallecimiento, cuando inauguramos una fría tarde de enero de 1993 la entonces sede del Archivo en Artea (Arratia). El expresidente del EBB fue uno de los primeros donantes al incipiente archivo, pero sobre todo puso en juego todo su prestigio personal en la búsqueda y logro de otras donaciones.

Villa Izarra (Baiona) con los contenedores preparados para el traslado de la documentación.

Tengo un recuerdo imborrable de las visitas a Biarritz para charlar con Karmele, la viuda de Jesús de Solaun, antiguo secretario del EBB en el exilio y el cariño con el que aquella aparentemente dura emakume entregó a Uzturre, por ejemplo, las últimas poesías y dibujos de Lauaxeta, así como numerosas cartas de otros gudaris a punto de ser fusilados. Las joyas guardadas durante décadas por Solaun pasaron así a ser conservadas en el Archivo. Entre aquellos papeles, también nos facilitó el manuscrito de Leizaola, con la tinta corrida por la lluvia, cuando juró en 1960 su cargo ante el féretro de Agirre.

Cuando el sacerdote don Serafín Esnaola se acercó hasta Artea, Uzturre logró convencerle de que nos entregará también el viejo paraguas bajo el que había jurado Leizaola en Donibane Lohitzun. Sin duda, nuestra “captura” más preciada se produjo cuando Uzturre recuperó en bolsas de basura los diseños originales de la ikurriña y otros papeles de los hermanos Arana Goiri que habían sido tirados a un container de basura durante unas obras, salvados milagrosamente y guardados en una degustación sin saber muy bien de qué se trataban. Como bien recordará Roberto Otxandio, el octogenario Uzturre fue hasta mi coche cargado con varias bolsas para dejar aquellas joyas a buen recaudo.

Desde aquellas primeras familias donantes a mediados de los ochenta han sido miles quienes han confiado sus “tesoros” al Archivo del Nacionalismo

Uzturre fue también decisivo para convencer al entonces responsable de Hacienda del EBB, Jose Mari Zalbidegoita, de que merecía la pena hacer un esfuerzo económico para acondicionar el Archivo y dotarle de medios humanos profesionales. Jesús tuvo en la sensibilidad de Josu Bergara, secretario del EBB, a su principal aliado y es que ya años antes Josu había puesto en marcha una campaña para recibir donaciones particulares de archivos. “Muchos de vosotros nos habéis dado un trozo de vuestra vida y de vuestras familias. Lo que habéis hecho no es insignificante. En los archivos todo vale. A veces la historia se define por un sencillo detalle. Con las aportaciones de decenas de nacionalistas que todavía se nos tienen que acercar podremos reconstruir todo un respaldo de los que somos y hemos sido” subrayó Xabier Arzalluz ante la primera veintena de donantes, cuando todavía no había nacido la actual Sabino Arana Fundazioa.

Repaso ahora los nombres publicados en un viejo boletín Alderdi llamando a más donantes. Encuentro un listado encabezado por Aurora López de Goikoetxea, viuda de Rezola, y en el que aparecen las familias de Juan Mari Agirre, Julio Jauregi Lasanta, Ramón Galarza, Jesús Ardanza, Manu Egileor, Ramón de la Sota o Zabala Azkue. Veo en aquella relación también a veteranos a los que tuve el honor de conocer: Primi Abad, Josetxu Landa, Ramón Agesta, Juanito Aranguren, Eduardo Estrade o Karmelo Zamalloa, junto a los afiliados Pako Allende, José Luis Odriozola, Edurne Solaun, Esperanza Artaraz, Fermín Mancisidor, así como organizaciones municipales jeltzales como Sestao, Santutxu o Abando.

Son las primeras personas, familias y entidades que confiaron en un naciente e inexperto equipo joven que sí tuvimos claras, desde un principio, algunas normas básicas: todos los donantes recibirían un inventario exhaustivo y jamás se formarían archivos personales paralelos al de la Fundación. Todo quedaba depositado en nuestra sede; primero en el edificio Granada y después en las bien habilitadas instalaciones de Artea. Jamás un papel fue llevado a domicilios particulares. Aprendimos de anteriores errores. Jamás una carpeta fue extraída de las series documentales históricas, aunque fuera con la loable intención de realizar una publicación o una investigación.

Son ya más de 1.700 las familias, personas y entidades las que han donado sus papeles, fotografías y objetos al Archivo, cuyo equipo ha trabajado con profesionalidad y compromiso durante estas décadas. En mi opinión, este archivo es una de las señas distintivas del ADN único de EAJ-PNV, una seña de identidad propia e irrenunciable en tiempos de política líquida, una particularidad consustancial que el nacionalismo vasco democrático debe saber lograr mantener y cultivar, aunque su sostenibilidad económica no resulte fácil.

En recuerdo e imitación de nuestros ‘maestros’

Tuvimos muy buenos maestros. Nuestros primeros profesores fueron la pareja de guardianes de Villa Izarra, Ander y Mari Barrutia. Nos enseñaron a preservar con mimo aquel patrimonio histórico y documental. Gracias a su sensibilidad -pues guardaron por iniciativa propia todas las publicaciones del exilio antifranquista- la Hemeroteca Uzturre de la Fundación dispone ahora de más de 7.000 títulos.

Como no se disponía de un equipo con una buena formación en archivística, a finales de los ochenta se seleccionaron jóvenes licenciados en Historia que cursaron un máster especializado, al tiempo que pusimos en marcha becas para empezar a estudiar aspectos de la historia del nacionalismo y recoger testimonios orales. No podían cometerse errores metodológicos, ni organizar fondos de archivo como si fueran bibliotecas. Aprendimos también de bienintencionados, pero erróneos intentos anteriores de clasificar y trasladar parcialmente parte de los fondos de Villa Izarra, al tiempo que se extraían carpetas para usarlas en publicaciones divulgativas.

El operativo de traslado desde Baiona a Euskadi Sur fue realmente complicado. En varios fines de semana con un grupo de voluntarios de Santurtzi se hicieron cientos de paquetes guardando siempre la referencia topográfica de cada papel. Fueron casi una decena de contenedores repletos de toneladas de documentación, libros, revistas, objetos… Germán Hormaza, constructor también de la obra del edificio Meñaka en Artea con el equipo de arquitectura encabezado por Rafa Purroy y Luis Ballesteros, se encargó de la logística de aquella caravana de camiones. Antes, Gorka Agirre con la ayuda del irundarra Patxi Sagarzazu realizó gestiones nunca detalladas ante autoridades francesas para que la muga se pudiera cruzar sin problemas.

Descarga en Artea (Arratia) de la documentación transportada.

Gorka nos había facilitado ya documentación de su aita y años después nos ayudó a recuperar los fondos vascos guardados, tras la Guerra, en Amberes por un notario holandés. “Grandezas y miserias” fue como Uzturre definió las historias plasmadas en aquella documentación. Nuestro objetivo desde un principio era organizarla y ponerla a disposición de investigadores, al tiempo que impulsábamos desde la propia Fundación estudios propios.

Y en aquella primera época el papel de Gorka fue decisivo. Nos allanó el camino para desclasificar los papeles más delicados, aunque nunca puso reparos en ir abriendo los diferentes fondos. Es así como en estas tres últimas décadas centenares de trabajos de investigación han sido realizados consultando estos fondos. Decenas de exposiciones divulgativas y publicaciones históricas han sido también impulsadas.

Agradecimiento a tantos ya fallecidos y al militante que sólo supo obedecer a Ajuriagerra

En estos agradecimientos habrá constatado el lector avezado que todos sus destinatarios protagonistas fallecieron ya hace demasiado tiempo. De años anteriores y/o posteriores al 1992 de la puesta en marcha del Archivo podrían haber aparecido en este artículo nombres de otros abertzales que ya nos dejaron, a los que también tanto debe este sueño que se hizo afortunada realidad. Incluso en el Archivo se conservan escritos de Manuel de Irujo donde deja claros por qué aquellos viejos papeles debían conservarse.

Tendríamos que empezar, claro, por Xabier Arzalluz, líder admirado y presidente del EBB por aquel entonces, sin cuya complicidad nada hubiera sido posible. En mi recuerdo personal y, por tanto, parcial, seguiría por los presidentes de la Fundación, Patrick de la Sota, Anton Aurre y Andoni Olabarri, quienes merecen un lugar muy especial en este recordatorio, como también el incansable tesorero Jesús Mari Egia o los inseparables Jose Maris, Otxoa de Txintxetru y Cuñado, así como Jose Mari Gerenabarrena o Joseba Agirre Zabala… cada uno ayudó a su manera y, sí, de bien nacidos es ser agradecidos. Pido disculpas anticipadas porque más de una persona ya fallecida que merezca otro aplauso se me habrá quedado en el tintero.

Rompo esta norma no escrita de citar solo a ya desaparecidos, para recuperar el recuerdo de Peru Ajuria, el militante del EAJ-PNV que solo supo obedecer órdenes de Juan Ajuriagerra. Y es que gracias a una de sus desobediencias se conserva buena parte de esta documentación. Corrían los cincuenta cuando el Gobierno Agirre tuvo que abandonar su sede de Avenida Marceau y trasladarse a un local más pequeño en Rue Singer. Faltaba espacio y sobraban papeles, así que el tesorero de la delegación, Agustín Alberro, tuvo que tomar la no deseada decisión de ordenar quemar todo lo sobrante.

Un joven exiliado militante de EGI, Peru Ajuria Goikolea, comenzó a realizar el mandato de Alberro, pero intuyó el error y contactó urgentemente con Juan Ajuriagerra, su admirado pariente, quien le ordenó que dejará de quemar documentación, la embalara y la trasladara en tren a Villa Izarra, la sede del PNV del exilio, en el barrio Beyris de Baiona. Hoy aquellos papeles pueden ser consultados en Sabino Arana Fundazioa o, tras ser organizados y devueltos a sus legítimos propietarios, en el Archivo de la Generalitat de Catalunya o en el Archivo Histórico de Euskadi.

El archivo fotográfico que Peru atesoró hasta su jubilación en Sabin Etxea es uno de los fondos más ricos y señeros del Archivo de la Fundación, al tiempo que cabe resaltar que Peru fue de los primeros en entregar al equipo de la Fundación, sin pedir nada a cambio, absolutamente todo lo que recopiló durante años de militancia y trabajo profesional.

Son estos los motivos por lo que, en mi opinión personal, los nombres de Jesús Insausti Urkirizar Uzturre, Ander y Mari Barrutia, Gorka Agirre Arizmendi y Peru Ajuria Goikolea deben permanecer con letras de oro en la historia de la puesta en marcha del Archivo Histórico del Nacionalismo Vasco.

El autor: Iñigo Camino García

Iñigo Camino García (Enkarterri, 1962) es periodista. Redactor del semanario ‘Euzkadi’ y del boletín ‘Alderdi’, especializado ya en los ochenta en memoria histórica. Miembro vitalicio del primer Patronato de la Fundación Sabino Arana, de la que fue primer director hasta 1999. Director de Radio Euskadi, coordinador del Think Gaur Euskadi 2020 y director de DEIA. En la actualidad es director de Comunicación del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco y miembro del Consejo de Dirección de Gogora.